23 marzo 2006

La ópera, en casa

Uno escucha en casa ópera, en cedés o en la radio (magnífico El fantasma de la ópera, todos los sábados en Radio Clásica) y se lo pasa tan ricamente. El sonido es excelente, los cantantes nunca fallan y no hace falta prestar la menor atención a lo que dicen. Lo único que importa es la música, la calidad de las voces y, con suerte, la maravilla de la conjunción entre ellas.

Pero una ópera en un teatro o auditorio es otra cosa. Muchos de los argumentos que sostienen músicas bellísimas son, y no nos habíamos dado cuenta, dramones infumables, pastiches inverosímiles o tragedias risibles a fuerza de hiperbólicas. Así que, al igual que sucede en el teatro moderno, cada día es más frecuente que los directores de escena hagan de las suyas y traten de animar el espectáculo trasponiendo la acción a épocas más cercanas, introduciendo decorados rompedores y efectos visuales llamativos, y peleando por insuflar más movilidad a unos actores-cantantes que tienden al hieratismo, a la solemnidad y rigidez que el esfuerzo vocal requiere casi intrínsecamente -y que al tiempo muestra su poco talento actoral-.

Confieso mi escaso entusiasmo ante el resultado. Los desajustes entre el original del siglo dieciocho o diecinueve y la versión contemporánea chirrían, y el resultado, salvo excepciones, no pasa de un quiero y no puedo, o de un plato con sabores mal casados. Además, preferiríamos no leer el texto en pantallas: mejor ignorar qué dicen los cantantes.

Ambrose Bierce escribió, en su inagotable Diccionario del diablo, que la ópera es una «obra dramática que representa la vida en otro mundo cuyos habitantes no hablan sino que cantan, no se mueven sino que hacen aspavientos y no tienen opinión sino actitudes». Bierce no conoció los nuevos medios de grabación y reproducción. Con ellos rescatamos lo único que, a la postre, salva la ópera: la música. Y como en casa en ningún sitio, a ser posible con buenas versiones, marcando nosotros los tiempos de audición y perdiendo el miedo a seleccionar o eliminar fragmentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De todas las óperas en casa, un consejo: "Don Giovanni" de Mozart rodada por Joseph Losey en 1979. Visual y musicalmente excelente: Ruggero Raimondi, Kiri Te Kanawa, José Van Dam y una Zerlina deliciosa: Teresa Berganza.
Es la primera y mejor ópera rodada en exteriores: Basílica de Vicenza, la Villa Rotonda, el Teatro Olímpico, etc.
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