04 octubre 2011

Javier López de Munáin

El otro día el Diario de Navarra traía una entrevista (magnífica, por cierto) con Javier López de Munáin, el librero pamplonés de El Parnasillo. Conozco, aprecio y admiro a Javier hace muchos años. En 2003, cuando me habló Jesús Arana de un monográfico en la revista TK sobre librerías, propuse enseguida encargarme de una larga entrevista a Javier, cabeza visible y maestro de ceremonias en esa librería. Gracias a la tarea, pasé una tarde formidable de verano con este librero en la cual, repasando su trayectoria desde 1970, cuando comenzó a trabajar en otra librería, Andrómeda, brillaron su conocimiento del oficio, su gracia, su hondura, su sinceridad. Luego disfruté reconstruyendo sus palabras (y podando muchas partes de la charla, ay), para quitarme de enmedio en el texto final y cederle el protagonismo único.

Nunca he sido cliente monógamo de El Parnasillo, no tengo cuenta en ella. He preferido siempre moverme a mi aire entre las librerías de la ciudad, ser promiscuo, vagabundear, comprar, mirar en casi todas, a ser posible agazapado en el anonimato y el silencio. Pese a ello, en El Parnasillo he pasado más tiempo de mi vida que en cualquier otro comercio de la ciudad (si exceptuamos los cafeterías donde desayuno). Y me atrevo a decir que, aun con las infidelidades que me he permitido mil veces, El Parnasillo es la librería de mi vida, de una vida intensa y pertinaz de rastreo y compra.

Javier ha sido un librero formidable. Hay mucho empleado de este ramo que en su trato con los posibles compradores resulta adusto, tímido, ignorante, que hoy en día se aferra al ordenador como el náufrago al bote, y que más allá de lo que le indica la máquina sobre existencias, entradas y salidas, poco tiene que aportar. Javier, en cambio, sin ayuda de ningún ordenador, o como mucho en los últimos años de uno en que consultar la base de datos del ISBN, ha sabido atender y orientar desde hace más de cuarenta años a mucha gente que llega perdida a la tienda, que no sabe qué regalar, que busca libros para unas vacaciones o una baja, que recuerda un título oído malamente, que se entusiasmó con una novela y busca, al tuntún o con avidez, otros libros del mismo autor, que quiere una novela negra o histórica pero no distingue autores. Gente incluso que ha entrado en El Parnasillo con cierto temor, igual cumpliendo el encargo de un hijo, personas que no se sienten tan cómodas en una librería como en otra clase de establecimiento. A todos ellos Javier los atiende con cordialidad y diligencia, les sugiere, o les anima incluso con ardor a leer cierto volumen -como hizo tanto tiempo con Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta-.

Eso por no hablar de los habituales, o de los que pasan por ahí y entran a charlar con él, así, sin otro propósito, puede que sin idea de compra. Para todos ellos tiene Javier (y siempre sin agobiar, con un respeto exquisito) una anécdota, una pregunta, una chanza, un verso perfecto de Horacio o Catulo (que Javier tiene la literatura latina en un altar) . Y de todos ellos aprovecha él lo que le cuentan para orientarse entre libros que no ha leído, para acopiar información que incorpora a su bagaje con alegría y presteza.

Hace unos meses que no voy a El Parnasillo. Simple vagancia, porque ahora no me pilla de paso. Y algo imperdonable al mismo tiempo, porque siempre me han tratado de maravilla. Pero no sé si Javier sigue ahí, o ya se ha jubilado. Sin él, la librería ya no será la misma. Continuará trabajando en ella gente muy valiosa, no lo dudo. Pero es que Javier ha sido algo más: un agente cultural de primer orden, un magnífico mediador entre la oferta y la demanda librera.

La melancolía de los que ya vamos para maduros será inevitable. Recuerdo perfectamente la primera tienda en Paulino Caballero, la pasión de tantos descubrimientos, la estupidez criminal de los fachas que odiaban una librería progre en plena zona nacional… Todo parecía posible. Pero ahora ni Javier es el mismo, ni lo somos muchos que metíamos allí mil ratos. Javier, buena jubilación. Te vamos a echar de menos, seguro.