En el artículo de un médico (y miembro del Comité Nacional de Prevención del tabaquismo: mayúsculas que no falten) que este lunes publicó el Diario de Navarra me doy de bruces, dentro de un alegato prohibicionista del tabaco en cualquier momento y lugar, con estas afirmaciones, por supuesto demostradas científicamente: “Sabemos hoy que en sólo 20 minutos pequeñas cantidades de humo son capaces de provocar que nuestra sangre empiece a formar coágulos y las arterias se estrechen aumentando el riesgo de sufrir un infarto o un proceso embólico cerebral. El estar sentado comiendo al lado de un fumador aumenta el riesgo de sufrir un infarto un 25 %”.
Estupor. ¿Cada vez que como al lado de un fumador mi sangre forma coágulos y mis arterias se estrechan? Si me pego seis horas hablando con un fumador, y doy fe de que lo he hecho muchas veces en la vida, ¿no debería haber muerto ya, tras el enésimo infarto? ¿Cuánto tiempo perviven los coágulos y los estrechamientos si me alejo del fumador? ¿Esto acontece, insisto, cada vez, o se puede hacer el cálculo acumulando proximidades durante, no sé, un año o cinco? ¿Y de qué grado de cercanía hablamos? ¿Es lo mismo cuarenta centímetros que un metro? ¿Les sucede lo mismo a todas las personas, y en el mismo porcentaje, y cada vez que comen al lado de alguien que fuma, al margen de cualquier otra circunstancia de su vida o del resto de sus hábitos?
Dicen que el tabaco mata, y según a quién y en qué circunstancias (detalles en los cuales muchos prohibicionistas naufragan lastimosamente), no dudo de que el neotópico tenga parte de verdad. Pero la estupidez de cualquier melón también, y me temo que con más rapidez, insidia y crueldad que los cigarrillos.
2 comentarios:
Que bien que hayas recuperado este angulo de luz, Ricardo. Completamente de acuerdo contigo: si fueran ciertas todas las tonterias que dicen los periodicos, yo, que acumulo amigas fumadoras, también habria sufrido ya tres o cuatro infartos. Pero aqui seguimos todos...
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