Ayer sábado vi en Cuatro, de nuevo, Vida de este chico, la película de Michael Caton-Jones rodada a mediados de los noventa a partir de la historia de Tobias Wolff del mismo título. No está mal, otra vez pasé un estupendo rato con un film digno, aunque ni de lejos alcanza la riqueza de detalles, la hondura y la sutileza con que Wolff elaboró su relato. Tengo la mayor de las admiraciones cinéfilas por Robert de Niro, Leonardo di Caprio y la siempre espléndida Ellen Barkin, y los escenarios de la película -esos lugares montañosos del estado de Washinton en los años cincuenta, lejos de Seatle- aparecen igual que como me los imaginé en la lectura. Pero ves la película y pasa lo de casi siempre si el libro te impresionó: ofrecen un resumen de trazo grueso, una sinopsis del libro redactada con rotulador de punta muy gorda en la que, además, la poda brutal que se efectúa sobre aquel se acompaña, para facilitar supuestamente la vida al espectador, de conversaciones y datos auxiliares inventados por el guionista-adaptador que hacen el conjunto más explícito pero más simple, más obvio, más pobre. El personaje de Dwigth, el nuevo esposo de la madre de Wolff, resulta en la película demasiado en varios sentidos, particularmente demasiado violento en el sentido más físico del término, una caricatura de alguien que ya poseía en la historia de Wolff un carácter agresivo, pero que sobre ello era estúpido, vago, inconstante y fantoche. En el film no han podido resistir la tentación de simplificarlo, de convertirlo en un psicópata perpetuamente furioso que desde el primer momento quiere matar a Wolff y machacar a la madre de éste.
Aun y todo, insisto, la película se deja ver con interés. Y si alguien salta de ella al libro de Wolff, sobre el que toda recomendación es poca, pues miel sobre hojuelas.
A propósito de ese libro de Tobias Wolff, y de otro posterior también apasionante, En el ejército del faraón, escribí un artículo al que se puede echar un vistazo aquí, y que apareció en la revista digital La casa de los Malfenti (www.lacasadelosmalfenti.com), un empeño literario verdaderamente admirable de Belén Galindo, Roberto Goñi y Juanma Albizu del que acaba de aparecer el número 22, el de la primavera de 2007. Ellos tienen la generosidad de decir que la revista la hacen más personas. No, eso no es así exactamente. Sin ellos, sin su constancia y pericia, sin su invitación siempre amable, sin su activismo cordial, sencillamente no habría revista. Da gusto que haya gente como Belén, Roberto y Juanma, y es una suerte conocerlos.
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