La murga terrorista no cesa. Y la ceremonia política de la confusión no digamos. Batasuna es ilegal, pero su presencia pública, consentida y alentada por el Gobierno de Zapatero, es monótona y apabullante. ETA está en tregua hace un año, pero sus gentes siguen a quien quieren, preparan informes sobre esos “objetivos”, roban pistolas y hacen prácticas con ellas y guardan explosivos, así que nada indica que tengan la más remota intención de desaparecer. La mesa de negociación política (la segunda mesa, Otegi dixit, esencial en su estrategia) está, cierto, temporalmente descuajeringada, pero los intentos de casi todos los partidos por reunir los pedazos sueltos son evidentes, minimizando lo que haga falta los desmanes del mundo abertzale. “Sin Navarra, nada”, brama Otegi, mientras Zapatero muestra sobre el asunto una ambigüedad reticente que incomoda e irrita a más de un socialista navarro. Muchos empresarios, en fin, pagan la extorsión y callan.
Ya sé que la realidad ofrece más datos. Pero estos que he apiñado en pocos segundos son incontrovertibles. Después de tratar muchos años con nacionalistas, en Canadá un político puso en circulación un objetivo que en general me gusta y que aquí y ahora me parece urgente: la política de la claridad. Por eso me apetece recordar los puntos que el 23 de marzo leyó en Madrid el tantas veces admirable Fernando Savater, y que suscribieron Covite, el Foro de Ermua y Basta Ya. El manifiesto entero sigue en la página web de Basta Ya (www.bastaya.org), pero por si acaso lo quitan, copio aquí el núcleo de las cuatro reclamaciones que contiene. Así, recordando algo que la voraz realidad periodística hará olvidar muy pronto, quiero contribucir, desde mi diminuto ángulo, al Aberri Eguna del domingo próximo.
Primero. Que se mantenga con firmeza y sin rodeos la exclusión de Batasuna del sistema político, impidiendo que participe en las próximas elecciones municipales, autonómicas y forales si no se desvincula explícita e inequívocamente de la actividad terrorista de ETA, y no de la violencia en general.
Segundo. Rechazar con absoluta claridad cualquier forma de entrega de Navarra a la comunidad de la Gran Euskadi con que sueñan los terroristas. Por un camino u otro, aunque sea sinuoso y “light”, los de ETA y Batasuna consideran esencial para su proyecto político –y como precio al final de la violencia terrorista- apropiarse de Navarra.
Tercero. Una vez que acabe efectiva y totalmente la actividad terrorista, sólo deberá hablarse con ETA, y exclusivamente sobre la propia ETA, sobre su disolución y el modo en que sus militantes asumen las responsabilidades penales en las que hayan incurrido. No son aceptables mesas de partidos que obtengan refuerzos para la hegemonía nacionalista con pretexto del final de la violencia o que sencillamente fomenten dudas sobre la “insuficiencia” de la democracia estatutaria y constitucional hoy vigente.
Cuarto. Es urgente e imprescindible que los poderes públicos emprendan la investigación y en su caso el castigo penal de los pagos a ETA de particulares o entidades corporativas, extorsionadas por la banda mafiosa. En ese campo, la eximente de necesidad por miedo insuperable se convierte en franco amparo de la complicidad. Sin dinero, ETA se acaba: no debe haber más dinero para ETA.
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