Juan Fernando López Aguilar se muestra en El País de hoy muy digno e indignado porque, pese a haber sido, en las elecciones canarias, la lista encabezada por él la más votada al lograr 26 escaños, puede quedarse sin la presidencia del gobierno de las Islas, toda vez que Coalición Canaria y el Partido Popular sumarían juntos una mayoría absoluta de 34 diputados. Esta eventualidad irrita al guapo aspirante hasta el extremo de dictaminar que la unión de los otros dos partidos en legislaturas anteriores ha causado “perjuicios muy severos al crédito de las instituciones y a quienes la practicaron”. Ahora, su deseo ferviente de gobernar allí (para eso dejó a regañadientes de ser ministro de Justicia) debería satisfacerse. Así, sostiene López, tendría cauce el “mensaje de cambio y la esperanza que ha suscitado en la ciudadanía la oferta que he hecho para gobernar Canarias de otra manera”. Cualquier solución que no le coloque a él en la presidencia le parece “una farsa”.
En pura coherencia, la situación navarra enfurecería a López Aguilar, ya que se prepara un gobierno de muchos partidos que en total sólo tendrá dos parlamentarios más que sus adversarios. Aquí lo de respetar a la lista de UPN, que por muchos cuerpos ha sido la más votada, les parece a los socios del futuro gobierno un sinsentido que conspira contra el ambiguo y polivalente “mensaje de cambio”, una expresión-chicle que se moldea en cualquier dirección. Dicen que las comparaciones son odiosas. Sí, sobre todo cuando hacerlas no conviene a nuestros intereses.
Hay actitudes en las que todos coinciden. Veo en el mismo periódico que Coalición Canaria asegura que no pactará con López Aguilar mientras éste no retire los insultos a su partido. Algo similar dijo ZP respecto a los socialistas navarros. A los políticos les chifla jugar a ser niños enfurruñados. “Tú dijistes...”, gritábamos entre pucheros cuando yo era chaval. Menos mal que López Aguilar desmiente mis barruntos de infantilismo. Los socialistas, levanta la voz, “somos más viejos y más sabios”. ¿Dónde? ¿Puedo comparar también en este punto?
2 comentarios:
Me he emocionado con muchos de sus escritos, se los he recomendado a mis mejores amigos. He disfrutado en silencio con el devenir de su blog al tratar de huir del estúpido ruido que, en demasiadas ocasiones, producen los medios.
Pero hoy de nuevo, y se van repitiendo las ocasiones, he sufrido un nuevo retorcijón de tripas al leer su texto sobre López Aguilar. Coincido en su comentario, tristemente generalizable al clan político, pero disiento radicalmente en su alegato sobre el ambiguo y polivalente “mensaje de cambio”.
Admito, faltaría más, la posibilidad de la contaminación asquerosa ahora -que no en el tripartito con el que Ud. colaboró- de todo lo que se roza con el nacionalismo vasco. Lo admito. De la misma manera me gustaría que algunos –filósofos incluidos- admitieran la nauseabunda contaminación de nacionalismo español que impregna la acción política.
Aborrezco de igual manera las tesis del Arzallus como las de Otegui. De la misma manera detesto las de Aznar y las de Ibarra o Bono.
Pero no me puedo imaginar, me niego siquiera a pensar que Ud. no sueñe -qué barato es soñar- algo distinto a Sanz, Corpas, Campoy, Del Burgo, (cuadrilla de zafios, ignorantes, listillos y malvados) "preocupándose" de nuevo por nosotros.
Lo siento, yo sigo sufriendo vergüenza ajena con ellos y sentí algo más que repugnancia al ver el alarde de la manifestación de Pamplona. Sentí miedo por todos mis seres queridos. El mismo horror que me producen los alevines descerebrados de la kale borroka y sus voceros.
Lloré hasta quedarme sin lágrimas por la muerte de Mikel Zabalza y he llorado por cada una de las muertes producidas por ETA. Me he pasado toda mi vida adulta escuchando -y defendiendo en la medida de mis posibilidades- que todas las opciones políticas son defendibles dentro de las reglas de juego. Pero ahora no vale.
La derecha intransigente, en el fondo, siempre ha rechazado esta posibilidad, aunque, como en estas ocasiones, sea capaz de jugar brutalmente al “cuanto peor, mejor”. Exactamente como los batasunos. Conmigo que no cuenten los que se han unido a los de “conmigo o con los terroristas”, exactamente como el amigo Urralburu hace unos años. Descarto que todos coincidan con los “intereses” que en el fondo orientaban a tan desgraciado personaje.
Por lo tanto podemos seguir hablando.
Yo al menos le seguiré leyendo con sumo gusto si Ud. tiene a bien seguir con su ventana abierta.
Gracias
Señor anónimo (o señora):
No me gustan los blogs en los cuales quien lo mantiene puntualiza todas y cada una de las afirmaciones o impresiones de las personas que más o menos regularmente se asoman a él. Ese me parece un uso un tanto abusivo del pequeño foro que uno ha creado. Por eso, y no porque no me interese lo que usted dice (todo lo contrario), sólo quiero decirle que soy, también, de los que tienen muchas ganas de que haya un cambio en Navarra, no sólo por ver jubiladas a las personas que usted cita (se me ocurren bastantes más nombres), sino por muchas otras razones estrictamente políticas. Lo que ocurre es que, trágicamente, no me acaban de entusiasmar tampoco ni de lejos muchas de las personas que, a lo que parece, van a llevar a cabo en comandita ese cambio, y tampoco sus acciones (actuales) e intenciones (futuras). Cambiar por cambiar, estará de acuerdo conmigo, es absurdo. Pero de esto ya habrá ocasión de hablar más muy pronto.
Dice usted que "todas las opciones políticas son defendibles dentro de las reglas de juego". De acuerdo desde el punto de vista legal. Pero eso no significa que a uno le guste que gobierne cualquiera. De ninguna manera. A usted le harta lo que me temo que llamará, como tanta gente, "la derecha extrema" (esa expresión a mí, que no creo ser de derechas, me parece indecente). Yo, sin negarles ningún derecho político a otras fuerzas, no me gusta que gobiernen. Creo que están muy bien en la oposición. Sencillamente, no me fío de esas fuerzas. Y las conozco, no sólo por el periodo del tripartito, sino porque desde entonces ha llovido, por desgracia, mucho, y ahora todavía me parecen menos cercanas a mis ideas que hace diez años.
Espero que siga leyéndome y discrepando de mí. La política, no obstante, le advierto que me interesa cada vez menos (escribir sobre ella es por tanto una de las contradicciones en que recaigo con demasiada frecuencia). En otros asuntos, aquellos en los que a la larga nos va la vida, espero que estemos más de acuerdo.
Muchas gracias por escribir tan civilizadamente como lo ha hecho.
El que está en el ángulo
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