12 junio 2007

Mandar y no mandar

Lee uno la entrevista de ayer al filósofo Luc Ferry (invito a sus libros: siempre merecen la pena) y brota la admiración: ¡qué suerte los franceses, un ministro de educación como él! ¿Por qué aquí, en comparación con la capacidad analítica de Ferry, cualquier ministro o ministra del ramo, y de cualquier partido, parece tan poca cosa? Claro que pronto acude a la memoria un intelectual de la talla de Jorge Semprún, pero también su anodino y perfectamente prescindible periodo ministeril, y se desvanece cualquier asomo de entusiasmo por la quimera del rey filósofo. Y eso que Ferry da la clave de la inevitable decepción: “La experiencia más fuerte que tienes cuando llegas al poder es que no tienes poder. El proceso se nos escapa. Tenemos las apariencias del poder: coches, banderas... Como mucho, un ministro puede alegrar o fastidiar la vida de 300 personas, ahí se acaba todo. Si alguien moviera los hilos de la marioneta, como creen los militantes antiglobalización, estaríamos de enhorabuena. La lógica del mercado es anónima y ciega. Los políticos tienen ahora mucho menos poder que hace cuarenta años.”

2 comentarios:

Dídac dijo...

Quisiera entonces lanzar la pregunta de la discordia al aire. Si a quienes atribuímos el poder, no lo tienen realmente, ¿quien lo tiene?

Aprovecho este pequeño comentario para dejarle el enlace a un breve relato que nada tiene que ver con el poder. Espero que lo disfrute

http://landelon.blogspot.com/2006/03/nacer-para-leer.html

Anónimo dijo...

Se dice 'atribuimos', como 'jesuita', 'huida' o 'beduino'. Un poco de rigor acentuador, por favor.