En junio de 1990 compré en la cuesta de Moyano Autorretratos, de Eloy Sánchez Rosillo, tras el impacto que me produjo un poema leído al azar. El librero, un sujeto torvo y zorruno, como muchos de los que se dedican al libro de viejo y saldo, me pidió 50 pesetas por el ejemplar. En el hotel lo abrí y se cayó al suelo una tarjeta personal del autor, blanca, clásica, con su dirección y teléfono, que no sé por qué milagro había sobrevivido a los trasiegos. Además, en la página tres, y de su propia mano, el poeta había escrito: “Para Miguel García-Posada, con un saludo muy cordial de su amigo”. Y bajo la bella firma, “Murcia, 15 de mayo de 1989”. Qué bonita es la amistad. ¿Cuánto le habría pagado el de Moyano a García-Posada, el poderoso crítico, por vender al peso este y, supongo, otros muchos libros obsequiosamente obsequiados por sus autores?
El sábado le dieron el Premio de la Crítica a Sánchez Rosillo por su último libro, La certeza. Me gusta la noticia. No soy un lector sistemático de poesía, pero el tono narrativo, o meditativo, nunca oscuro, que tienen sus versos me interesa, emociona y hace pensar. Ya sé que entre los escasos lectores que tiene la poesía hay quienes piensan que la del poeta murciano es demasiado sencilla, prosaica, a veces pedestre. Allá cada cual en este terreno con sus gustos y fantasmas, y que les aproveche a los epígonos de las vanguardias, a los que atienden solo a la sonoridad de las palabras y a los seguidores del último Valente. Yo prefiero copiar aquí un poema del libro ahora premiado.
Ahora
Sí, es verdad que la vida, a mi edad, no merece
en muchas ocasiones demasiado la pena.
Los días son iguales, y míseros transcurren
sin sorpresa, ni canto, ni consuelo.
Alguien que vive en la indigencia soy
cuando recuerdo o sueño que alguna vez las cosas
fueron de otra manera.
Pero llega de pronto —como hoy sucede— un día
que siendo igual que todos es del todo distinto,
piadoso y pleno sin porqué, radiante,
un día que me hace desdecirme, afirmar
que ahora también, y siempre, es hermoso estar vivo,
que si no le pedimos a destiempo
y a nuestro antojo y sin mesura dádivas,
la vida sabrá ser generosa y clemente.
Alzo los ojos hacia el cielo azul
de este día imprevisto.
Y el sol va derramando sobre mí a manos llenas
todo el oro del mundo.
1 comentario:
Tal vez este poema sea una versión de "salvar el dia" (vease hace unos días) en la que Ayacam nos regalaba con el olor a cafe y el clarinete de Mozart. Salvar el día. El día logrado. Con el tiempo un escritor se hace mas sencillo, o se espesa definitivamente. (Sencillo en el sentido que es "sencillo" un concierto de Mozart).
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