03 abril 2006

Eloy Sánchez Rosillo

En junio de 1990 compré en la cuesta de Moyano Autorretratos, de Eloy Sánchez Rosillo, tras el impacto que me produjo un poema leído al azar. El librero, un sujeto torvo y zorruno, como muchos de los que se dedican al libro de viejo y saldo, me pidió 50 pesetas por el ejemplar. En el hotel lo abrí y se cayó al suelo una tarjeta personal del autor, blanca, clásica, con su dirección y teléfono, que no sé por qué milagro había sobrevivido a los trasiegos. Además, en la página tres, y de su propia mano, el poeta había escrito: “Para Miguel García-Posada, con un saludo muy cordial de su amigo”. Y bajo la bella firma, “Murcia, 15 de mayo de 1989”. Qué bonita es la amistad. ¿Cuánto le habría pagado el de Moyano a García-Posada, el poderoso crítico, por vender al peso este y, supongo, otros muchos libros obsequiosamente obsequiados por sus autores?

El sábado le dieron el Premio de la Crítica a Sánchez Rosillo por su último libro, La certeza. Me gusta la noticia. No soy un lector sistemático de poesía, pero el tono narrativo, o meditativo, nunca oscuro, que tienen sus versos me interesa, emociona y hace pensar. Ya sé que entre los escasos lectores que tiene la poesía hay quienes piensan que la del poeta murciano es demasiado sencilla, prosaica, a veces pedestre. Allá cada cual en este terreno con sus gustos y fantasmas, y que les aproveche a los epígonos de las vanguardias, a los que atienden solo a la sonoridad de las palabras y a los seguidores del último Valente. Yo prefiero copiar aquí un poema del libro ahora premiado.

Ahora

Sí, es verdad que la vida, a mi edad, no merece
en muchas ocasiones demasiado la pena.
Los días son iguales, y míseros transcurren
sin sorpresa, ni canto, ni consuelo.
Alguien que vive en la indigencia soy
cuando recuerdo o sueño que alguna vez las cosas
fueron de otra manera.

Pero llega de pronto —como hoy sucede— un día
que siendo igual que todos es del todo distinto,
piadoso y pleno sin porqué, radiante,
un día que me hace desdecirme, afirmar
que ahora también, y siempre, es hermoso estar vivo,
que si no le pedimos a destiempo
y a nuestro antojo y sin mesura dádivas,
la vida sabrá ser generosa y clemente.
Alzo los ojos hacia el cielo azul
de este día imprevisto.
Y el sol va derramando sobre mí a manos llenas
todo el oro del mundo.

1 comentario:

Pedro Charro dijo...

Tal vez este poema sea una versión de "salvar el dia" (vease hace unos días) en la que Ayacam nos regalaba con el olor a cafe y el clarinete de Mozart. Salvar el día. El día logrado. Con el tiempo un escritor se hace mas sencillo, o se espesa definitivamente. (Sencillo en el sentido que es "sencillo" un concierto de Mozart).