El otro día hablaba con un distribuidor sobre la editorial RBA. Una gran empresa, que edita muchísimos títulos, demasiados para el escuálido mercado actual, que les pone unos precios peligrosamente altos, y que me temo que no consigue encontrar, al menos en literatura, el espacio que podría merecer. ¿Novela negra o policial? Muy bien, RBA publica a buenos autores, pero su cantidad de novedades y reimpresiones anega a cualquiera. ¿Recuperaciones de grandes libros agotados en otros sellos? Fenomenal, pero son tantas las recuperaciones que no creo que encuentren mucho comprador. ¿Novedades de literatura contemporánea? Lo bueno se pierde entre lo fallido y lo regular. Menos mal que las infinitas variantes y controversias que provoca el método de adelgazamiento de Pierre Dukan parecen producirles beneficios…
Es una pena que en ese maremágnum de novedades haya pasado casi desapercibida una novela que RBA publicó el año pasado, La bofetada, de Christos Tsiolkas, pese a la abundante y buena acogida crítica que tuvo. La bofetada es la obra de un escritor australiano hijo de inmigrantes griegos, y algunos de sus personajes principales comparten esa misma condición. Los ascendientes, en un país que se ha ido forjando con oleadas de llegados de muchos países, tienen su relevancia en lo que se nos cuenta. Familias griegas, en especial, que pelean por mantener su fidelidad a los lazos más tradicionales, en conflicto con la mezcolanza de la moderna Australia; aborígenes del propio país que todavía sufren los prejuicios de otros grupos; conversos al islamismo que buscan certezas profundas, un asidero sólido frente a la confusión de la modernidad; mujeres descendientes de la India o judías de tradición familiar que perdieron cualquier creencia muchos años atrás y se resisten perplejas y furiosas al revival religioso que observan alrededor; o, en fin, australianos “puros”, de familias de vieja procedencia inglesa, convertidos únicamente en uno más entre los muchos grupos componentes de la Australia contemporánea, radicalmente multicultural. Marcas étnicas y religiosas que atraviesan los grupos de amigos y las parejas y provocan desencuentros, recelos, incluso choques violentos.
Pero lo que Christos Tsiolkas presenta en La bofetada es, sobre ese fondo, un magnífico tapiz de conflictos éticos entre un grupo de familiares, amantes, matrimonios y amigos. Siguiendo, en distintos capítulos, las peripecias presentes y pasadas de ocho de esos personajes, y sus relaciones con otros muchos, las 540 páginas de la historia abordan varias cuestiones. Por ejemplo, ciertas ideas nuevas que se han convertido en el paradigma de la corrección política y provocan encontronazos entre quienes las aceptan y las rechazan; el peso opresivo y al mismo tiempo aceptado que tiene tantas veces la familia; la inseguridad angustiosa que se desencadena en ciertos adolescentes en el tránsito al mundo adulto; la utilización de los hijos para compensar otros muchos desastres vitales; o la crisis dolorosa que alrededor de los cuarenta azota a varios protagonistas: crisis sexual y sentimental, de proyectos de vida, de elecciones de futuro. Sobre estos asuntos Christos Tsiolkas nos muestra, no nos adoctrina; nos cuenta, pero deja al lector que saque conclusiones. Todos son asuntos de muchas caras, cada persona actúa con su mochila vital detrás. Tsiolkas narra con crudeza los problemas que revientan y es el lector quien, si quiere, juzga.
Tal vez, con todo, un gran eje vertebre La bofetada: los conflictos de diversas parejas. Decía el otro día el escritor israelí Abraham Yehoshua que “la relación de pareja (…) es la relación más profunda. Las relaciones biológicas, entre hermanos o padres, no se eligen. La de pareja se puede ir al traste en un solo golpe. Cómo mantener esto día a día es el mayor reto del ser humano”. Pues bien, en esta novela hay, en las parejas que aparecen, muchas diferencias de criterio, dudas, broncas, frustración e infelicidad acumuladas, violencia, miedo, trampas, mentiras y soluciones de compromiso. Las parejas no se rompen, y todos (y todas) aguantan lo que no está escrito, pero hay dinamita en ellas, hasta el punto de que muchos personajes de La bofetada viven con los nervios de punta, en una tensión que de cuando en cuando estalla en virulentas explosiones.
He disfrutado no poco con La bofetada. Le sobran algunas páginas, es probable, y no todos los personajes están dibujados con la misma destreza. Pero Tsiolkas es un narrador notable, sabe contar y cautivar al lector, y en muchos, en muchísimos momentos, estas andanzas de australianos me han parecido, sustancialmente, no sé, de lo más pamplonesas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario