30 noviembre 2010

El faro de la revolución

Los fines de semana leo, gratis, el periódico Público. Cuando salió, en 2007, lo pagué bastantes días, pero comprobé pronto algo que el tiempo me ha confirmado sin desmayo: que es un mal producto, y que representa a una izquierda desnortada, llena de buenas intenciones (no siempre, que también hay una izquierda siniestra, valga la redundancia, profundamente autoritaria) pero ayuna de ideas, carente de propuestas viables, incapaz de aportar análisis que vayan más allá de la admonición general, la indignación moralista y, sobre todo, la obviedad. Leer Público me proporciona cero vitaminas cerebrales, y creo, más en general, que tampoco alimenta ni un ápice a quien busca caminos de salida sensatos y solventes, desde una perspectiva verdaderamente progresista, a las perplejidades sobre qué hacer.

Este sábado uno de los ejes del periódico era una conferencia sobre la república organizada por el Partido Comunista de España. Había un artículo pobrísimo del secretario general de la cosa, Centella, y una entrevista a toda página con Julio Anguita, un auténtica “cráneo previlegiado”, que diría Valle Inclán. El Partido Comunista le encargó que dirigiese la ponencia para esa Conferencia Republicana (así, con mayúsculas, nada menos). Y Anguita, entre partidas de dominó y siestas, aprovecha la oportunidad para señalar a los fieles el camino que lleva al Paraíso. Un camino que pasa por la República, claro, entendida como un lugar político y mental (mejor dicho, un no-lugar: utopía), no sólo sin reyes, que eso casi es secundario, sino provisto de todas las notas económicas, sociales y políticas que implantarían el cielo en la tierra.

Anguita vio la luz hace mucho tiempo y está dispuesto a guiar al rebaño hacia la victoria. Pero la tarea no es fácil. Sería preciso que la gente normal y corriente abandonase la senda del error y comprendiera cuál es el camino, la verdad y la vida. ¡Y no lo hace! ¡Sigue ciega y tonta! Ni siquiera los más próximos al cristo de Córdoba, por ejemplo Cayo Lara, el líder actual de Izquierda Unida, calibran bien las implicaciones de la revelación. “IU adolece de no tener un sentido de colectivo estatal. No ve el horizonte en la inmediatez de un ayuntamiento”. Piensan estos comunistas del señor Cayo que se puede combinar la crítica a la política de los socialistas y el pacto con ellos en ámbitos como los municipios. Qué ingenuos…

Claro que más desaliento le causan, ya digo, los ciudadanos. A esos todo parece darles igual. No entienden nada, no quieren ver dónde está la solución. “España necesita a millones de hombre y mujeres republicanos que asuman el saneamiento político y moral de la sociedad”. ¿Y dónde están esos millones? Ay, no se les divisa en el horizonte, y así nos va. De modo que al final de la entrevista nuestro salvador se abisma en la melancolía. “Si (los ciudadanos) no quieren luchar, que se aguanten con lo que hay”. Que se jodan, vaya. Eso mismo, sin eufemismos, dijo el cordobés ya en 1993: “Hala, ahora todos a votar a CiU y a joderse”. Santiago González se refería ayer, muy justamente, a la marca de la casa en Anguita: un estilo de “desplantes entre la moralina y el desdén”. Espero que no utilice el mismo jugando al dominó.

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