Leo que Laura Mintegi va a ser la candidata a lehendakari por Euskal Herria Bildu, la nueva marca que el complejo político-militar-electoral de la vieja Herri Batasuna ha diseñado para las próximas elecciones autonómicas vascas. La enésima metamorfosis del viejo animal totalitario.
Laura Mintegi es profesora de la universidad vasca y escritora. Recuerdo su presencia, una tarde de 2005, en un club de lectura en el que participo hace años. Habíamos leído una novela suya sobre el amor y vino a charlar con nosotros. Acabamos dedicando casi toda la conversación a las pasiones locas y a las desdichas sentimentales abrasivas. La novela, Sísifo enamorado, es mala con avaricia, y no se la recomiendo a nadie salvo si quiere flagelarse unas horas a vueltas con una mezcla muy mal resuelta de ensayo y narración en la cual los dos polos, los dos géneros, salen perdiendo.
Sin embargo, entre los muchos encuentros que hemos tenido con escritores, aquel fue de los mejores. La tertulia tuvo viveza y calidez, y abundaron las intervenciones apasionadamente personales. Claro que el tema se presta, más que ningún otro, a esa elevada temperatura emocional. Pero también es cierto que Laura Mintegi supo caldear el debate con sus intervenciones, que se mostró como una mujer amable, cercana y con muchas ganas de profundizar en el asunto. Por nuestra tertulia han pasado autores con una obra de bastante más altura literaria que la de ella, pero que se han mostrado más esquivos, distantes o torpes en sus explicaciones. El día que acudió Laura Mintegi tuvimos, a partir de una mala novela, una tertulia muy sabrosa.
Laura Mintegi ha demostrado durante muchos años su absoluta fidelidad a la política de Batasuna. Ninguna fechoría, ningún crimen, ha hecho tambalear su adhesión al nacionalismo terrorista. Nunca, ni en los picos de mayor crueldad. Siempre ha estado ahí, que diría Induráin. Pero siempre apoyando, nunca dirigiendo, al menos que sepamos.
Su designación como candidata está en la línea que Batasuna adoptó hace bastantes años de presentar en las listas electorales a gente de segundo o tercer nivel. En los años en que los electos no acudían a los parlamentos “españolazos” eso daba igual. Y después hubo un motivo esencial para ese proceder: el acoso policial tras la promulgación de la ley de partidos, y los consecuentes intentos de presentar, para burlar el cerco, “marcas blancas” y candidatos aparentemente independientes. Recordemos el tiempo de las Nekanes del Partido Comunista de las Tierras Vascas (olé con las mayúsculas): el muñeco del ventrílocuo. Todavía el año pasado, y en sus intentos de lograr la legalización de Sortu, los promotores de este partido eran hombres y mujeres de paja, gente muy fiel de ese mundo, evidentemente, pero que se habían prestado a dar la cara en lugar de otros más poderosos. Y los electos de la siguiente marca, Bildu, con la zozobra de la amenaza de la ilegalización, acabaron siendo también gestores de segunda fila, por más que en un cargo tan importante como la diputación de Gipuzkoa colocaran a Martín Garitano, ideólogo muchos años en el Egin y en el Gara.
¿Quién toma las decisiones en ese mundo? ¿Quién decide perfiles, busca, propone y elige candidatos? ¿Quién controla después a los electos, les marca su política, decisiones, guiones de comparecencias? El año pasado, en una entrevista, y pese a la insistencia del periodista, el ahora diputado por Navarra de Amaiur (¡otra marca!), Sabino Cuadra, se negó en redondo a revelar quién le había propuesto ser el candidato. Todas sus respuestas se movieron, acerca de esta cuestión, en la nebulosa más oscura.
Tal vez sean resabios del pasado, rémoras de cuando todo lo decidían los etarras, los que mandaban de verdad en el complejo político-criminal. Puede que en el futuro Sortu sea un partido con unos dirigentes bien identificados, y las normas internas de elección de candidatos sean claras y conocidas más allá de las catacumbas. Pero parece que, por ahora, quien manda se oculta, quien mueve los hilos está detrás. Delante, en la aparente primera fila, no están los importantes. Laura Mintegi, ¿quién te ha puesto ahí? ¿Quién te dirá después lo que debes decir y hacer?
4 comentarios:
Hay veces que nos sentimos y hasta nos creemos un poco dioses. Escribimos desde esa barrera de la sabiduría plena que nos hace tan orgullosos que no somos capaces de descubrir nuestras deficiencias. Decimos "Eso está mal escrito""Ese actua mal" Ese es un malvado" Solo nosotros nos sentimos contentos con nosotros mismos, no hay espacio para la duda y nos encontramos en una especie de isla
tan bien tan bien que nos sentimos como dios. De esto Ayacam no te parece que pecamos un poco ?
Estimado anónimo:
Su comentario me deja perplejo. Está lleno de suposiciones sobre mí que como mínimo calificaría de fantasiosas. ¿Por qué imagina usted que me creo poseedor de la sabiduría plena? ¿Cómo sabe usted que estoy tan orgulloso de mi saber que soy incapaz de descubrir mis deficiencias? ¿Y cómo sabe, o imagina, que no cabe en mí espacio para la duda? ¿Y por qué fantasea con que vivo en "una especie de isla"? ¿Y de dónde saca eso de que me siento como dios? Ay, anónimo, me parece que usted peca, y no poco, imaginándome de un modo en el que, dicho sea con toda seriedad, me es imposible reconocerme. Presume usted de mí cosas falsas, muy falsas.
Pero lo más grave, fantasías aparte, es que de su comentario se infiere uno de los "tantos tontos tópicos" a los que Aurelio Arteta ha dedicado un libro soberbio: el tópico de que "no debemos juzgar a nadie". Me permito copiar aquí el comienzo del artículo que Aurelio Arteta dedica a este tópico:
"Seguro que no faltará quien a menudo se pregunte, o pregunte a otro en cuanto éste se descuide: ¿y quién eres tú para juzgar a nadie? Nuestra atmósfera moral proclama a todas horas que el valor más celebrado es la presunta virtud de no valorar. Semejante abstención representa a menudo todo lo contrario de prudencia o altura de miras; certifica más bien la completa dimisión del sujeto civil y moral. Su principal versión será la indiferencia y, con ella, la irresponsabilidad de negarse a aquilatar responsabilidades propias y ajenas. Tan tentadora negativa pretende ahorrarse el empeño y el riesgo de ponerse a dirimir de qué parte está lo razonable y de cuál la sinrazón, dónde se halla más la justicia o la injusticia. No habrá que extrañarse de que, anulados los juicios, reinen sin rival los prejuicios".(página 83)
Y..¿por qué no nos preocupamos, de verdad también, por saber quienes están detrás de Zapatero,Rajoy y resto de comparsas? ¿Aparecerían quizá gentes, grupos, personajes, personajillos autóctonos y foráneos no sospechados?
¿Se ha preguntado, de verdad, quienes o qué está detrás de nuestra "ejemplar transición y democracia?
Es el inconveniente de preguntarse demasiadas cosas, que puede dar lugar a enterarse de algunas que no se desean.
Salu2
Yo no tengo miedo, señor Diego, a preguntarme nada. Y he leído todo lo que he podido sobre la transición, las fuerzas que la movieron, las resistencias que se produjeron, y las limitaciones que tuvo tal proceso político.
Dicho esto, yo me refiero en mi post a una cosa bien concreta, que afecta al funcionamiento de los partidos políticos. ¿Va a ser Euskal Herria Bildu un partido democrático, que tiene unos dirigentes elegidos en un congreso y que elige a sus candidatos electorales también de forma al menos relativamente transparente? Lo dudo, al menos por ahora. Lo que veo son otro tipo de prácticas.
Dicho esto, admito, por supuesto, que todos los partidos tienen graves problemas de democracia interna, y de funcionamiento transparente. Eso daría para hablar y escribir mucho (y ya se ha escrito mucho, como sin duda sabe). Pero no quiero desviarme ni irme ahora a otros temas: la manera en que Batasuna funciona es radicalmente atípica y oscura. Y la manera en que resulta que Laura Mintegi es la candidata, y el modo en que se han elegido a sus miembros del hipotético gobierno, es rara, muy rara.
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