04 mayo 2007

Juan Antonio González Iglesias

Javier Fresán, que atiende a tantas cosas, y a todas muy bien, me deja leer una preciosa entrevista que le ha hecho al poeta Juan Antonio González Iglesias con motivo de la aparición de su último libro, Eros es más. La euforia de la lectura me conduce de nuevo a dos libros anteriores de González Iglesias, Esto es mi cuerpo y Un ángulo me basta. El título de este último viene de un verso de la Epístola moral a Fabio que Andrés Fernández de Andrada escribió a comienzos del siglo XVII. Un ángulo me basta lo descubrí un tórrido día estival de 2003, y se convirtió para mí en un texto de guardia y auxilio, como las farmacias, o como una puerta de socorro. Al mes siguiente tuve la fortuna de toparme por dos euros con la impecable, agotada y para mí desconocida edición que el sello Crítica dio a la luz hace años de la Epístola. En ella, además del largo poema de Fernández de Andrada se encuentran páginas muy penetrantes de Dámaso Alonso y Francisco Rico, dos sabios de la filología y el análisis literario.

Este conjunto de cabos que se han ido entrelazando en mis lecturas tiene mucho que ver con el aliento que quisiera insuflar a este intermitente blog. Por eso le puse el nombre que lleva, con el ánimo horaciano que González Iglesias anuncia en el prólogo de su libro. Ahí dibuja cabalmente un programa vital —otra cosa es que en mí tal programa no pase de ser una aspiración, una tendencia llena de retrocesos y contradicciones—. Ángulo, dice el poeta, «es un hermoso término romano para nombrar nuestro lugar en el mundo. Las dos líneas que lo delimitan muestran de modo geométrico nuestra búsqueda de la felicidad. En todas partes –dice el proverbio latino— busqué la tranquilidad, pero en ninguna la encontré, sino en mi rincón y con un libro. Ángulo es el lugar para la serenidad, porque, entre otras cosas, es el lugar para la lectura». En nuestro idioma, termina, «un ángulo me basta sigue siendo una expresión sencilla y algo enigmática. (...) Sigue indicando desentendimiento de las vanidades del mundo y protección frente a sus amenazas».

Me gustan y conmueven los poemas de González Iglesias. Así que me voy a permitir reproducir uno, que además bascula en buena medida sobre esos objetivos que tantos buscamos. La felicidad libre de euforia es la felicidad que casi no se nota pero nos regala serenidad, la tranquilidad de los días sin dolor que tejen una trama humildemente gozosa.

Una felicidad libre de euforia

Dame pobres placeres repetidos,
no un único diamante en la memoria (José Luis García Martín)


Existe
una felicidad libre de euforia,
una felicidad
sostenida de días, que suceden
sin sucederse, libres
de vértigo también,
una felicidad que no atrae
la atención de los dioses, porque apenas
es. Los que la transitan,
paso a paso, no notan el camino.
Una felicidad sin entusiasmo,
sin acontecimientos. El amor,
como el sol en la fronda, se difunde
humildemente.
Esos días el sueño significa
dormir, más que soñar. En sus dominios
nunca hay que levantarse a medianoche
para limpiar las sábanas de arena,
porque no ha habido playa
ni combate. Mas sí serenidad
de otra manera,
como lo que perdura. Y no es inercia.
Ni llama. No hay herida,
y no ciega la espada al mensajero.
Últimamente pienso mucho en esto.
No sé si la he tenido. No recuerdo.
He encontrado dos líneas en que pido
una felicidad libre de euforia.
Y, si no la he tenido, me pregunto
por qué sé describir tan justamente
ese país en el que nunca he estado.

4 comentarios:

nina olvido dijo...

Me da pena cómo he perdido el contacto con la poesía.
Leía el otro día un relato de Herman Hesse en el que hablaba de un poeta que se había anclado en tiempos pasados y no sabía o no podía contar nada que no hubiera sido escrito ya antes y mejor.
A mi me pasa un poco eso con lo que leo... sobre todo en poesía, que estoy anclada en poetas de principios de siglo o sólo españoles y no sé qué se está escribiendo ahora ni conozco mucho de poetas históricos de más allá de nuestras fronteras y creo que cuando escribo me anclo a un estilo pasado porque desconozco lo actual.
Me gustaría que me aconsejaras, tu que seguro que sabes bien, libros de poesía para poder reengancharme.
Igual puedes imaginar lo que me gusta después de haberme leido de vez en cuando.

Te lo agradecería.

Fdo. una aprendiz.

Anónimo dijo...

Me he gustado el poema. Respecto a lo que plantea Nina, he oído citar grandilocuentemente a un tal Vicente Gallego. "El mejor poeta actual", dijo un tío con perilla de estas bien rasuradas y un poco denterosillas.

Passy dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Fresán dijo...

Vicente Gallego es un poeta estupendo. Me gusta más "Santa deriva", que es el libro con el que le dieron el Loewe hace un par de años, que lo último que ha publicado, "Cantar de ciego", los dos en Vísor. Es un tipo curioso, muy amigo de Carlos Marzal y de Francisco Brines, otros dos poetas extraordinarios, y que de vez en cuando sale en los papeles porque trabaja de pesador de camiones en un basurero. Por cierto, ayer colgué crítica de "Eros es más" en mi blog.