15 mayo 2007

Nombres

Aurelio Arteta. Asistí el otro día a su charla en homenaje y memoria de Tomás Caballero, asesinado por ETA en 1998. Aurelio habló sobre —resumiendo demasiado— la clase de “justicia política” que se merecen unas víctimas en concreto, las directas o indirectas del terrorismo vasco. Fue una intervención magnífica, llena de razones y distingos (por ejemplo, entre distintos tipos de terrorismo, o entre diferentes clases de víctimas), y al mismo tiempo animada por la pasión que Aurelio lleva en sí y transmite a sus palabras y escritos. Hablar de Aurelio no me resulta fácil –aunque, justicia obliga, ha comparecido y volverá a hacerlo más de una vez en este blog—. Y es que no sólo es un amigo; es también lo más parecido a un maestro que he tenido en mi vida, en el sentido más alto que da a la palabra, por ejemplo, George Steiner. Aurelio es públicamente muchas cosas: el profesor minucioso y concienzudo que conocí en los tiempos gloriosos de Zorroaga, el ciudadano consciente que se ha tomado tan en serio, con tanto valor y tantos argumentos causas como la denuncia incansable del nacionalismo etnicista, o el autor mayúsculo de, entre otros, dos libros que es imprescindible leer antes de decir algo sobre la compasión y la admiración, sentimientos que pueden ser también virtudes morales. En fin, Aurelio, que vive aquí pero tiene unas preocupaciones y una dimensión intelectual que sobrepasan años luz las mugas de la provincia, sigue trabajando con una vitalidad estupenda. Aún nos queda mucho que aprender de él.

Rosa Belmonte. Los sábados leo el ABC, sobre todo por el suplemento de cultura, el mejor de la prensa española. En principio me pillaba muy lejos y no tenía ninguna referencia de ella, pero poco a poco me fui fijando en Rosa Belmonte, una escritora que no suele aparecer en el canon de columnistas pero que pergeña artículos formidables, por bobo o chorra que sea el tema elegido –que casi siempre lo es, la Belmonte es una especialista en hurgar en datos banales—. Su mirada no es dulce ni amable ni doliente. Pero atiende con mimo a los detalles, y lo hace poseída de un sentido del humor, una acidez y una mala leche extraordinarias. Con esas armas nos enseña la cara grotesca de ciertos famosos, de muchas costumbres modernas, de tantos tontos tópicos que circulan como mercancía intelectual de primera categoría. Encima, este sábado, y dentro de una nota nada tierna ni edificante sobre los niños, recordaba al gran W. C. Fields: “Ah, escuchar esos pequeños pasos andando por la casa. No hay nada como tener un enano de mayordomo”.

Thorton Wilder. Veo que se ha publicado La mujer de Andros, novela de Wilder que permanecía inédita en castellano.Y me acuerdo con pena de Los idus de marzo, del mismo autor. Pena porque ya la he leído tres veces, la última este verano, y no puedo a estas alturas descubrirla. Otra novela de Wilder, El puente de San Luis Rey, o Nuestra ciudad, una gran obra teatral sobre la que vi también una bonita película, me interesaron mucho. Pero se nota en este blog, supongo, que me adscribo a la corriente de los epicúreos no convencionales, aquellos que pueden decir, con González Iglesias, “La puerta del jardín no la cerramos nunca/ porque nos apasiona la política”. Y Los idus de marzo es una reflexión señera sobre el poder, y por tanto sobre las virtudes, vicios, tentaciones y peligros del político y de sus secuaces o enemigos. Cartas y notas de toda condición le ayudan al escritor americano a, más allá de la historia, imaginar un artefacto en el que aparecen, bien vivos, el carisma, la egolatría, la ambición, el sentido de la oportunidad y de la elección, y toda suerte de cálculos e intrigas. Ya digo, qué bonito sería leerla por vez primera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Caramba! Me voy a empezar a preocupar por las coincidencias con usted: Arteta, por supuesto. Pero también la Belmonte, sí señor. Habrá usted notado que la Belmonte está de periodista en campaña: sin ir más lejos, su crónica del concierto de la Pantoja en Valladolid era estupenda. Incluso Thorton Wilder, del que conozco, como podrá suponer, la pieza teatral que menciona y que sigue siendo magnífica. Es usted un hombre de gusto, enhorabuena.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con lo del suplemento. Babelia es cada vez más infumable, aunque el de El Mundo no está mal.