Estos días oigo hasta la extenuación Plata, último cedé de Pablo Guerrero. Recuerdo muy bien, hace más de treinta años, las canciones de su primer elepé, que conservo rayado. Diez títulos soberbios acompañaban a la mítica A cántaros. Sigue Pablo Guerrero en 2006 con sus pocos músicos de siempre, de cuando entonces, y ahora su voz, siempre menguada y rasposa, recibe en varios cortes el dulce aliento de Olga Román, Luz Casal y Olga Manzano, y los arreglos de Luis Mendo, en una síntesis minimalista y decididamente feliz.
Hace unas semanas anduve exaltado con Los delirios del pirata, trabajo de Suburbano de 2002 que alberga, entre otras joyas, Adiós a las penas de abril, un tema en el que el pobre e inolvidable Imanol, muerto en 2004, acompañaba a Luis Mendo y su compañero de grupo, Bernardo Fuster. Entre tanto, la televisión nos dejó ver un viernes de estos Escenario móvil, el documental que Montxo Armendáriz hizo en el tórrido agosto del mismo 2002 en Extremadura siguiendo los pasos de Luis Pastor, otro resistente de los setenta que pelea su presencia musical, sabrosa y atiborrada de buenas influencias africanas y brasileñas, por ejemplo, en bares, tablados y centros socioculturales.
Pablo Guerrero, Imanol, Suburbano, Luis Pastor... Son, entre otros, aquellos a quienes, durante mucho tiempo, y a falta de otra definición más exacta, hemos llamado cantautores, aunque el nombre parece casar más en nuestra memoria con barbas asilvestradas, torpe aliño indumentario y escenarios precarios donde el intérprete nos arengaba con su guitarra y tres acordes, que con la imagen actual de unos autores inquietos, cincuentones, que siguen en la brecha, temo que sin ninguna holgura económica, pero asimilando muchos sonidos del mundo y regalándonos pedazos bellísimos de creación. La urgencia de la política, la parábola un poco tosca, fueron sustituidas, hace ya muchos años, por un mimo en los textos y las músicas que desmiente una y mil veces el tonto tópico de que nos hallamos ante muermos.
Los cantautores no están nunca en las listas de más vendidos, sólo los pillamos en dos o tres programas de radio y sus cedés hay que perseguirlos. Pese a todo, somos una pequeña y rara legión quienes logramos seguir su trayectoria. No sé qué haríamos sin ellos.
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