25 febrero 2013

Periódicos

En la cafetería. Desayuno cuando puedo en una cafetería cercana a casa en la cual el dueño pone a disposición del público no uno, sino tres o cuatro ejemplares, según días, de cada uno de los dos periódicos locales, el Diario de Navarra y el Diario de Noticias. Aunque el trato es amable, y el café, la bollería y las tostadas muy decentes, creo que el número de periódicos de libre disposición ayuda bastante a que los parroquianos sean muy abundantes.

Pero esa cantidad de periódicos que es posible leer gratis excita, más de lo habitual, la sorda disputa que se entabla entre los clientes por su posesión, al menos por las mañanas (por las tardes los periódicos son flores mustias, antiguallas, cadáveres). La abundancia dispara un juego de miradas llenas de disimulo, pero vigilantes, ansiosas, implacables, que atraviesan las mesas, y que nos tiene a muchos en un pequeño sinvivir, sólo medio atentos al desayuno, ojo avizor, esperando cazar la pieza, atrapar ese periódico que nos apetece leer.

Las miradas más de una vez destilan hostilidad ante el matrimonio que con todo el morro del mundo pilla siempre dos periódicos, que encima luego se intercambiarán, o ante el jetas que se toma su tiempo para completar el crucigrama, o frente al que se abisma copiando en el móvil números y números que extrae de los anuncios clasificados, o contemplando a esa mujer que deja el periódico a medio leer, pero con algún objeto encima que haga entender a todos que no lo ha terminado, mientras sale fuera a fumar. Gentes que infringen con descaro la norma no escrita de que uno no puede eternizarse con esos periódicos cedidos, que éstos deben circular con agilidad, que no pueden leerse como si uno estuviese en casa con el periódico comprado.

A veces la tensión produce pequeñas explosiones y alguien levanta algo la voz para exigir al poseedor que le deje el periódico, que al menos quiere mirar las esquelas antes de irse, o le pregunta tan insistentemente si ya ha terminado que el otro capta la presión y acelera la lectura. Pero hay quienes actúan con total indiferencia ante esos acuciosos que reclaman su parte del gratuito pastel, o incluso se enfadan ante una demanda que no respeta algo que ellos consideran sagrado: el periódico del bar es para quien lo pilla, y los demás que se fastidien hasta que yo lo suelte.

Pero son raros esos momentos de tensión explícita. Lo habitual es que la atención a lo que pasa, las miradas, la impaciencia, la leve irritación ante el caradura, todo sea soterrado, reprimido, educado, leve en superficie. La procesión va por dentro, carga el ambiente de secreta energía.


Suplementos culturales. Compro a diario El País, y además adquiero otros periódicos nacionales el día que publican su suplemento cultural. Llevo muchos años haciéndolo, más por la información que obtengo (sobre libros que se publican o películas que se estrenan) que por la finura y profundidad de las críticas que pueden leerse.

Pero la crisis está teniendo efectos también desoladores en este sector. Como los periódicos en papel siguen bajando en ventas, y la publicidad continúa desplomándose, cada vez ofrecen menos en menos páginas. Y los suplementos culturales están ya en el límite de lo famélico. Hace poco eché una tarde tirando periódicos viejos que tenía en casa (sí, ya sé que esto revela una enfermedad como otra cualquiera), y comprobé y toqué algo obvio: en 2008 no tenían la delgadez del Gramma a la que se van aproximando. Pero es que, en lo que me interesa, publicaban cada semana unos suplementos culturales rollizos, llenos no sólo de críticas de novedades, sino también de textos de escritores y de artículos de cierta extensión, a veces traducidos de grandes suplementos angloamericanos de libros. Claro, tenían bastante más del doble de páginas que los de ahora. El ABC, por ejemplo, publicaba un buen suplemento, tal vez el mejor; ahora ya viene con menos páginas que el de salud o el de religión.

Tenemos formado el círculo vicioso actual. ¿Cómo van a vender más ejemplares las grandes cabeceras si ofrecen un producto progresivamente más escuálido y pobre? Salvo cuatro locos, que ya van siendo tres y pronto dos, ¿quién va a comprar un producto que ha seguido subiendo en precio y bajando en calidad y cantidad de contenidos? Esto se acaba. Y los blogs no veo que generen (generemos) un buen sustituto de lo que antes leíamos en papel.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Divertidísima la caza y captura del periodico en la cafetería. Un pequeño tratado sobre egoísmos.
Gracias
peri

Juan Luis dijo...

Vivir es perder cosas, paisajes, personas. Que cambiamos por otros, pero sin que los anteriores desaparezcan.Quedan nostálgicamente en nuestro recuerdo.Yo leo tu blog desde que lo encontré y me encantan tus reflexiones.Lo que dices de los periódicos es tambien algo que se puede decir del cine, de los libros, de tantas cosas y personas. Pero Internet es la gran biblioteca de Borges, la gran plaza de los griegos. Arriba los corazones. Los períodicos están muertos, como las hojas parroquiales, como el gasógeno, como la zarzuela o la opereta vienesa. Pasemos a otra cosa. Saludos y sigue escribiendo amigo, seas quien seas.un abrazo.

ayacam dijo...

Muchas gracias, Juan Luis, por tus palabras. Y gracias también a Peri, por supuesto.

Anónimo dijo...

¡Pero bueno! ¡Cómo se puede decir que la zarzuela y la opereta vienesa y las hojas parroquiales están muertas! ¿Estaré yo muerto también?
vidal