Antes de que esto se acabe, de Diana Athill. De esta autora ya había leído y comentado brevemente aquí Stet (Vale lo tachado), su relato de los muchos años que trabajó en la prestigiosa editorial de Andre Deuscht. Un libro, ya dije, empezado sin mucha ilusión, que resultó una sorpresa magnífica, aunque acepto que destinado a un sector reducido del público lector. En cambio, Antes de que esto se acabe es otra cosa, la recapitulación de una mujer que a los ochenta y nueve años se extiende sobre los asuntos que todavía le importan, y que advierte y anota aquellos otros en los que ha cambiado profundamente.
No estamos, en sentido estricto, ante unas memorias. Lo que a la autora le interesa es algo más modesto y acotado: reflexionar sobre una buena experiencia de vejez, la de una mujer que aún disfruta a lo grande de la amistad, de la jardinería, de la lectura y, en esta última etapa vital, de la escritura, para la que se ha descubierto bien dotada y que le ha obsequiado con nuevos reconocimientos. Una mujer que, aun contando con una buena salud, tiene achaques, sobre todo a la hora de moverse, y que a los sesenta años se sintió abandonada, sin ninguna tristeza, por el deseo sexual, tan punzante hasta entonces. Y una mujer tranquilamente irreligiosa, y militante en su soltería, que descubre sorprendida, tras haber andado siempre muy a su aire, que puede cuidar sin agobios de un amigo (y antiguo amante) enfermo al que acompaña en la última vuelta del camino.
La persona que emerge de este análisis de la vejez avanzada, la Diana Athill que escribe Antes de que esto se acabe, es más segura y serena que la de etapas anteriores. No, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Los grandes amores de antaño, pero también los tormentos, las inseguridades, la timidez, las urgencias del sexo, las angustias del amor no correspondido…, todo ha quedado atrás. Y no hay añoranzas dolorosas, sino miradas al pasado que ayudan a entenderla mucho mejor. Con la suerte que ha tenido, con buena salud, con gente amiga alrededor, con sus libros y su gozosa independencia, Diana Athill se reconoce casi feliz, tranquila, y su libro acaba siendo inteligentemente optimista, de celebración vital. Aunque, insisto, ella reconoce que ha tenido mucha suerte, por ejemplo con la salud, y tal vez con su propio carácter, y por ello su recuento de la vejez no tiene casi nada de tenebroso o doliente.
Diana Athill sabe contar con gran ligereza, con suavidad, con una amenidad que al lector le encandila. Parece el libro de alguien modesto, que no quiere levantar la voz, que odia pontificar, y que no tiene ningún pujo solemne. Pero es alguien que reflexiona con mucha perspicacia sobre la vida y la muerte, el amor y el deseo, el paso del tiempo y la muerte, por fuerza cercana. Y lo hace con una claridad y franqueza maravillosamente británicas. Antes de que esto se acabe: qué buen rato he pasado con este libro.
1 comentario:
Leo tu comentario y saldría de casa corriendo a comprar el libro, pero justo hace dos días que fui a por el avituallamiento. El 75 aniversario de
la guerra me llevo a la obra de Chaves Nogales: A sangre y fuego, imprescindible, creo recordar que ya
hablaste de ella.
Un abrazo, Geny.
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