Fui un rato a las dantescas fiestas de San Fermín. Una simple mirada alrededor cuando llegué al parque temático en que se convierte esos días el centro, y caí en que mi atuendo, pantalón oscuro que serviría también en invierno y camisa a cuadritos, formalica, como de cuñado, me emparentaba con esos hombres cetrinos que el día seis acuden a vender caballos en las afueras de la ciudad desde Novallas, provincia de Zaragoza, o desde Espartinas, por la parte de Sevilla. Aunque también me unía con ciertos sujetos que uno suele ver montando las barracas en lo que antes llamaban el Real de la Feria. Junto a mí todo el mundo iba de blanco nuclear, y por supuesto con faja y pañuelico. Todos y todas, faltaría más, que las mujeres tienen mucha más andadura en lo de someterse a las modas, a cualquier moda.
Tanta unanimidad me da un poco de miedo, me ubica de pronto en una película de terror. ¿Es que a nadie le resulta humillante o por lo menos algo vejatorio seguir de pe a pa la norma, una norma además, como quien dice, de hace cuatro días? ¿No se supone que las fiestas pamplonicas son el paraíso de la libre explosión y de la subjetividad desaforada, el paréntesis loco en el manso discurrir de la levítica ciudad? A este paso muy pronto reprenderán y amenazarán a los que no vamos de nada -y no por ganas de incordiar, sino porque ni siquiera nos acordamos de la cada día más férrea regulación vestimentaria-.
4 comentarios:
dia 11 de julio. Un amigo charlaba animadamente con el marido de una alta autoridad, cuando mi esposa (pantalón negro y camisa blanca) y yo (pantalón blanco y camiseta naranja -sin pañuelo-) llegamos al lugar donde se encontraban. Nos presentaron. Al rato, cuando el consorte se hubo retirado, nuestro amigo nos dijo que que la perona con quien hablaba le comentó al vernos llegar: -Extranjeros ¿no?
Tuve la misma experiencia marciana. Un día 6 de julio de hace tres años, por la tarde, salí a dar un paseo por las cercanías de mi casa, vestido con la indumentaria habitual de verano. Encontré a un conocido que me lanzó un mirada inquisitiva y quiso encontrar una explicación a mi extravagancia. "Bueno, ya veo que tú te reservas para mañana", condescendió. No quise sacarle de su error. Ahora procuro que el chupinazo no me sorprenda en Pamplona.
Bueno, por ahora ya sois tres.
¿Para qué sirve ir de blanco en sanfermines? Para no llamar la atención, para que nadie se meta contigo, para que nadie sospeche, para que te dejen en paz, a tu aire, a tus anchas. Me parece barato y recomendable. Yo siempre voy de blanco, desde el 6 hasta el 14. Lo que no se me ocurre es hacer esa tontería de ir uno de esos días a San Sebastián con el pañuelico, eso sí que es dar el cante. Qué feliz hallazgo el del uniforme en los días de fiestas: puedes ser por unos días el hombre invisible: qué bien.
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