El otro día leí que la última película de Pedro Almodóvar, Julieta, que se estrena este viernes 8 de abril, se apoya en tres relatos de Alice Munro, Destino, Pronto y Silencio, incluidos en su libro Escapada. A estas alturas sigo poco el cine de Almodóvar, pero leer la noticia bastó para llevarme de nuevo, como arrebatado, a la relectura lenta y gozosa de esos cuentos, y ya de paso de casi todos los del libro. Los recordaba bien, o al menos eso pensaba, pero volver a ellos me ha permitido fijarme en detalles que se me escaparon en lecturas anteriores. Y sobre todo he vuelto a admirar la manera de contar de Munro, ese modo pudoroso y en ocasiones lleno de misterio que es marca de la casa.
Alice Munro es fácil de leer, seguir sus historias no ofrece de entrada dificultad. Pero siempre hay en ellas vacíos, oquedades, incluso momentos o frases de oscuro sentido que reclaman el esfuerzo del lector para entender las situaciones en toda su magnitud. La escritora las despliega y los lectores (y lectoras, claro) deben completar el cuadro de las emociones, deducir cuáles son las corrientes que se establecen entre los personajes. En ningún momento, y ya planteada la situación, la subraya Alice Munro con explicaciones innecesarias. Será el lector, en todo caso, el que, si quiere, sacará del cuadro descrito las consecuencias.
La contención, la preocupación obsesiva por no caer en la obviedad o la redundancia, o en el énfasis y el dramatismo, esa forma de narrar que deja espacio al silencio y a la indeterminación, es característica de su estilo. Y son relatos, quiero subrayarlo, de mujer, en los que encuentro una marca de escritura femenina muy poderosa, historias con un un tono, un pudor y contención, incluso unas elecciones lingüísticas, que conforman, me parece, esa impronta. Lo más alejado, por decirlo pronto, y en un contraste que admito demasiado simple, de la escritura bronca, violenta, deslenguada, procaz, brutal de tantos autores contemporáneos.
Canadá no es en la obra de Alice Munro ni el país rico, muy desarrollado y democrático que ha cristalizado en nuestra imaginación contemporánea, ni el país de las grandes ciudades como Montreal o Toronto; pero tampoco el país de inmensos y casi deshabitados espacios abiertos de las tierras del norte. Alice Munro ubica sus cuentos normalmente en el ámbito semirrural de ciertas regiones de su gran provincia, Ontario, un ámbito en el que todavía en los años cincuenta o sesenta, tiempos en los que transcurren muchos de ellos, se trabajaba duramente para sobrevivir y la falta de lujos, la austeridad y la pobreza iban acompañadas de una intensa vivencia religiosa y un férreo conservadurismo en las costumbres.
En ese marco, sin embargo, los personajes de estos tres cuentos no son exactamente representativos. Juliet, la protagonista de los tres, es hija de un buen docente, liberal y renovador, y representa otros valores, otra manera de vivir, caracterizada por su pasión por la cultura clásica, una mente muy abierta y el desdén por la religión y el matrimonio. Pero no es fácil vivir contra la corriente sin sufrir daños, y a Juliet, irónicamente, el golpe mayor de su vida, la reacción más cruda contra sus ideas y su modo de vida la golpeará desde el lugar sentimental que más puede descolocarla, de donde menos se lo esperaba.
Los tres relatos nos hablan de Juliet en distintos momentos de su vida. En Destino, el primero de ellos, es una joven bella, estudiosa brillante de la cultura clásica griega y latina, pero también insegura, torpe y de interior tumultuoso. Impactada por un suceso trágico del que se cree causante, conoce en un tren, en ese estado de fragilidad emocional, a un hombre con quien compartirá unas horas de abandono, confidencias e intimidad que le darán la energía precisa para decidirse a dar un volantazo a su vida. Hay en ella entonces, en esa juventud de una mujer atractiva y titubeante, la valentía y el punto de inconsciencia que se necesitan para irrumpir en una situación consolidada y voltearla, aunque se dañe a otras personas.
En el segundo relato, Pronto, el más perfecto y sutil de los tres, Juliet ya tiene veinticinco años. Visita a sus padres, tras mucho tiempo sin verlos, y encuentra una situación compleja y doliente que no comprende en todos sus extremos, un cúmulo de conflictos de cada miembro de su familia ante el que reacciona con un injusto despego. Y es que Juliet es entonces una madre joven y una enamorada ferviente de su pareja, muy encerrada en su propia situación e incapaz de la apertura, la compasión y el amor que la situación de sus padres requiere. Y hay ocasiones en la vida en que pronto va a ser demasiado tarde, como no tardará en comprobar al final de este mismo relato.
Por último, Silencio, que arranca cuando Juliet ya camina mediando por la cuarentena y hace siete años que perdió al amor de su vida, es un cuento que abarca muchos años, en los que vemos cómo la protagonista pagará un precio muy oneroso por haber sido como decidió ser (y lo digo con cierta oscuridad porque no quiero estropear la lectura a quienes no conozcan la historia). No es que Alice Munro juzgue moralmente a su protagonista; es sólo que Juliet sufrirá un manotazo del destino que pesará sobre ella el resto de su existencia y que, de algún modo (¿o no?, caben muchas explicaciones), ha llegado por las ideas y relaciones que eligió anteriormente. Eso al menos tenderá a pensar ella. Lo más duro del castigo será el silencio, la ausencia de explicación para lo que acontece, ese silencio enigmático que dejará tantos elementos de su vida en el aire, sin un reposo en forma de respuesta que calme su incertidumbre.
¿Hay una cadena del dolor en la vida, es inevitable que comencemos causándolo y que luego lo recibamos de quienes nos suceden? ¿Es inevitable que seamos injustos por torpeza e inmadurez, y que después paguemos un precio más o menos elevado? ¿Hasta qué punto unas ideas, por razonadas y justas que nos parezcan, no acaban produciendo en quienes vienen tras nosotros el rechazo, el efecto contrario al previsto? Estas y otras preguntas quedan flotando cuando leemos la historia de Juliet y nos embarga, particularmente en el último relato, la desazón por la manera en que debe convivir con el silencio y el dolor de la separación nunca resuelta.
Eso sí: la vida desafía cualquier esquema cerrado de causas y efectos, es siempre más abierta e indeterminada. Y Juliet, por desconcertada y sola que se haya quedado, sigue viviendo, buscando, cambiando de casa y de ciudad y de trabajo, enamorándose y desenamorándose, leyendo mucho y disfrutando con ello. Podemos estar heridos interiormente, parece decirnos esta historia, pero seguimos adelante y sólo la muerte liquidará nuestra pelea.
Por lo que he leído, a Pedro Almodóvar le impactó especialmente este último relato, Silencio. No me sorprende. Sin ser el mejor, perturba al lector y lo inunda del desasosiego que causa la falta de explicaciones. Y la manera en que la historia avanza, el paso de los años que van convirtiendo simplemente a Juliet en una mujer mayor y solitaria que se aleja y difumina en el horizonte de su existencia, deja en nosotros sequedad e insatisfacción.
Pero al mismo tiempo hemos aprendido algo muy valioso. En otro relato espléndido de Alice Munro, Los muebles de la familia, autobiográfico e incluido en su libro Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, dice la escritora que el trabajo que quería hacer cuando en su juventud pugnaba por escribir era “más parecido a asir algo en el aire que a construir historias”. Atrapar algo en el aire, agarrar y mostrar el núcleo escondido y esencial de una experiencia, esos sentimientos que nos dominan y llevamos bien escondidos, lo que queremos hacer frente a lo que en verdad hacemos, a veces zarandeados por el azar. El significado de una vida… En esas cosas pienso mientras sigo dando vueltas a estos cuentos inagotables.
3 comentarios:
Ayer vi Julieta. Lo sigo a Almodovar. Su obra es un friso del mundo contemporáneo, a través de un lirismo poco frecuente en el cine. Y tu nota sobre Munro, una de mis escritoras preferidas, es excelente. Gracias!
Muchas gracias por su comentario. También Alice Munro es una de mis escritoras preferidas.
Qué buen comentario y qué buenas preguntas.
Enhorabuena.
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