“No somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro pasado. Todo lo que hemos vivido y que tendemos a considerar como una adquisición definitiva, inmutable, está constantemente amenazado por nuestro presente, por nuestro futuro”, escribió Julio Ramón Ribeyro en sus Prosas apátridas.
Al leer Pilar Donoso los diarios y las cartas de su padre, José Donoso, el escritor chileno, así como lo que dejó escrito su madre, Pilar Serrano, sucedió que muchos recuerdos que tenía de su vida familiar, muchas imágenes cristalizadas en su memoria, sufrieron una brutal sacudida. La tarea subsiguiente de transcribir, ordenar y dar a conocer esa enorme cantidad de documentos personales, con frecuencia muy íntimos, que hizo “tratando de conservar cierta objetividad (…), dándole forma al dolor, a la admiración, al desconcierto e incluso al temor” que le produjo descubrir que había vivido veintiocho años al lado de alguien a quien había creído conocer muy bien, pero de quien descubría muchas máscaras más de las que le suponía, ha dado como resultado Correr el tupido velo, que Alfaguara publicó en España hace unos meses, y que ahora leo.
Es un libro apasionante, por lo que enseña sobre muchos sentimientos humanos, pero también sobre las obsesiones y las ideas literarias de un gran escritor, como lo fue el chileno Donoso. Un libro que tiene muchísimas facetas de interés, pero que arranca con esa perplejidad de la hija que experimenta dolorosamente que en cualquier momento de nuestra vida pueden surgir datos nuevos que harán tambalearse aquello que teníamos ya consolidado en nuestra memoria.
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