07 octubre 2010

De memorias (III). Las buenas de los Baroja

Julio Caro Baroja. Los Baroja. Leí estas memorias por vez primera en 1980. He vuelto después varias veces a ellas, siempre con placer, y en cuanto vio la luz me apresuré a comprar la preciosa edición del Círculo de Lectores. Hoy mismo, aunque me había impuesto la norma de escribir estas entradas aprovechando sólo lo que mi recuerdo conservara, he orillado un rato ciertas obligaciones penosas y he vuelto al libro, a gozar con sus evocaciones de lugares o personas, o con sus reflexiones desencantadas o destempladas sobre el tiempo político e intelectual que le tocó a don Julio, o con la difícil manera de estar en el mundo de un hombre siempre de poca salud, huidizo, un poco raro desde niño, reticente ante cualquier entusiasmo colectivo, enfadado con personas y sucesos por su renuencia ante la vulgaridad o fanatismo. He vuelto a comprobar esa veladura, pura reserva, que el memorialista derrama sobre los conflictos familiares; o las evocaciones tan emocionadas de su madre, tan poco feliz como vivió, o de su famoso tío, tan especial, o de su otro tío, Ricardo, una figura poderosa pero que aquí queda en sordina. También aparece con frecuencia en el libro la tortuosa sentimentalidad del propio Caro Baroja, torpe, reprimida, sublimada y al cabo pacificada… Y he admirado de nuevo una manera de contar sencilla, engañosamente como de andar por casa en zapatillas, pero rica, jugosa, capaz de encandilarnos y conseguir, como hoy me ha pasado, que las horas discurran gustosas y el día se salve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que hermoso libro el de los Baroja, la verdad es que siempre está por ahí como en espera de ser leido de nuevo.
Peri