A ratos, en librerías y grandes superficies –no pienso comprarlo-, leo el volumen escrito por Luis Herrero, periodista y ahora europarlamentario del PP, sobre su amigo y colega Antonio Herrero, fallecido en 1998, cuando era una de las estrellas de la COPE. Yo recuerdo bien el estilo de Antonio Herrero, brutal, chulesco, vociferante, atrabiliario y arbitrario. Su amigo cree, en cambio, que fue el mejor periodista radiofónico español de los últimos cincuenta años. Y eso lo afirma la misma autoridad que en varios pasajes confiesa haberse equivocado de medio a medio en su actuación profesional, en juicios sobre hechos y personas y en muchas de sus previsiones políticas y personales. Su ensalzamiento de Antonio Herrero creo que entraría muy bien en esa holgada bolsa de deslices.
Un detalle me ha llamado la atención, porque creo que revela mucho sobre el estilo informativo de Antonio Herrero. Le preguntaron en una revista, poco antes de morir, sobre el número de veces que había sido invitado por Aznar a tertulias gastronómicas en la Moncloa. Con rotundidad, proclamó que jamás había compartido mesa palaciega ni con el presidente conservador ni, por supuesto, con el anterior inquilino monclovita, Felipe González. Su declaración era una mentira, y de hecho el libro reproduce varias fotos en las que posan en la Moncloa Aznar, los dos Herrero, José María García y Federico Jiménez Losantos antes o después de uno de sus encuentros con menestra y lubina por medio. Luis Herrero le afeó su trola en cuanto la leyó. Era muy fácil que lo pillaran, le dijo, cualquiera podía filtrar las fotos. Antonio Herrero simplemente se encogió de hombros y cambió de tema.
Así concebía el trabajo periodístico este adalid de la denuncia y la verdad. Así continúan entendiéndolo esos predicadores que todos los días se desgañitan en la misma emisora cristiana. ¿Qué importa la realidad si uno disfruta tronando y componiendo figura de incorruptible?
7 comentarios:
Si no hubiera usted añadido el último párrafo..., pero claro, parece que todo el comentario está pidiendo ese último párrafo; para poder decir: aquel era un impresentable, luego todos son unos impresentables, todos en el mismo saco, en el río revuelto, untando, de paso, la vejación con el adjetivo cristiana: qué manía (que diría Trapiello).
Está claro que hay personas que entienden que la realidad solo merece ser tenida en cuenta si en ese momento les conviene. Lo estupendo es que se ofenden, se escandalizan si no aceptamos entusiasmados su punto de vista. Ese genuino asombro y la lógica mala leche que se ven obligados a tener.
Son chachis.
El peri
He escrito mi comentario sin haber leido el de Vidal.
No creo que todo el artículo estuviera escrito para rematarlo de esa manera, pero entiendo la salvedad.Leeré con gusto la respuesta.El peri
No se embale, señor Vidal, que se despeña. Yo, hoy, no quería llegar tan lejos. Y no saque las conclusiones por mí. Pero, ya puestos, mejor, sí, le animo a que saque algunas. Porque yo hablo exactamente de Antonio Herrero, claro, pero también de Luis Herrero, Federico Jiménez Losantos y César Vidal. ¿No hacen, estos dos últimos (Luis Herrero juega ahora otro partido), exactamente lo mismo que hacía el fallecido? ¿No utilizan su misma suciedad, su mismo lenguaje incendiario e insidioso, su misma falta de rigor? ¿Y no lo hacen con la misma desvengüenza que exhibía Herrero?
Y lo que viene radicalmente al caso: ¿en qué emisora lo hacen? ¿No es una emisora que se dice cristiana? ¿Es o no es así? ¿Y no son estos individuos el principal activo ideológico y económico de la cadena, a muchísima distancia del resto de sus periodistas y locutores? No escucho otros programas de la COPE. Pero a los dos citados, las estrellas indiscutibles, las que hoy asocia todo el mundo con la emisora, sí los oigo y escucho con frecuencia, y le aseguro que siempre me asombran y casi, casi, me escandalizan (y eso que este término me desagrada no poco).
O sea: periodistas impresentables (por ser muy suave) en una emisora cristiana. ¿Qué es falso de todo esto, qué sobra? Dígame, por favor.
Antes de acusarme de manía, le invito a un elemental reconocimiento de estos datos y a sacar algunas conclusiones. De lo contrario, entenderé que aquí, en asuntos de manía (de obstinación tirando a desvarío, que de ahí viene el significado del término, como sabe muy bien), usted me quiere y puede dar lecciones, las lecciones de un maestro.
Sobra decir, señor Vidal, que todo esto no toca, ni de lejos, el asunto esencial que a usted y a mí nos interesa, el profundo, el que siempre merece un diálogo más cuidadoso. Pero por eso mismo, porque estas (relativamente) menudencias no son las que tienen que ver con lo esencial, hombre, por favor, no se obstine, que yo hablo de algo tan concreto y terrenal que me cuesta comprender que no me conceda ni un milímetro de razón. En lo otro, en lo fundamental..., bueno, eso podemos seguir hablándolo cuando quiera.
Mejor libro "De la noche a la mañana" de Federico Jiménez Losantos que "En vida de Antonio Herrero" de Luis Herrero- Tejedor Algar..........
Amigo Ayacam, lejos de mí el querer que usted se sulfure (mi padre recordaba un viejo anuncio de la radio de su tiempo que decía: "No te sulfures, Norberta, con Florispam todas muertas".) Pero es que le veo encendido y, si me lo permite, en la línea rotunda y vociferante de los mismos a los que se refiere en su escrito. Fíjese que ya empieza anunciando que no piensa comprar ese libro, usted que nos recuerda a cada paso su bibliofilia, y describe al difunto señor Herrero como brutalm chulesco, vociferante, atrabiliario y arbitrario. Hombre, tal vez haya una parte de Fedeguico que encaje en esos cinco adjetivos, pero de Vidal, pongo por caso, no creo que le cuadren más allá de uno o dos de esos adjetivos. Y no creo que sea correcto llamar cristiana a la emisora de radio por más que la propiedad sea de la Conferencia Episcopal. Si repartiera usted un poco los sartenazos, si dejara caer que aquí es difícil librarse del partidismo en algunos programas de radio, en algunos medios escritos, si le preocupara esa polarización de los medios nacionales, con padecimiento de la verdad..., pero es que ocurre que le veo con la mano muy suelta, pero siempre con la misma mano.
Vidas de santos
La hagiografía es una práctica facilona basada en utilizar el incensario sin tasa, el papel aguanta todo; las editoriales publican lo que pergeñan los famosotes, más si son famosotes de la tele; y los muertos no están para mandar cartas de rectificación, no tienen tiempo para menudencias.
Hace bien el ilustre Ayacam cuando se abstiene de comprar semejantes bodrios flor de un día y los ojea de gorra en las librerías.
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