Este sábado no había periódicos. Ya saben que eso sucede sólo tres fechas en el año. Para alguien amante de las rutinas, que disfruta desayunando siempre en la misma cafetería y consume en ese rato bastante café y su buena dosis de papel prensa, el sábado (santo) empieza de manera algo desconcertante. Lo mejor es cambiar de pastelería y arriesgarse por otras zonas del pueblo. Acabo encontrando por casualidad a una persona que aprecio mucho y que, al tener costumbres similares, también ha salido a desayunar un poco desorientado. Pasamos una hora cafeteando, al tiempo que nos encendemos y reímos con las miserias que la política navarra expele a tutiplén.
De todos modos, hace pocos años los días sin prensa eran más desazonantes. Acabaré quitándome del vicio. Mi atención mientras leo va siendo cada vez más leve. Me apasiona la política, pero la información que hoy puede leerse al respecto oscila entre dos degeneraciones: el periodismo de declaraciones –yo digo una enormidad en una rueda de prensa o en un acto de partido o en el parlamento, tú me contestas, y el intermediario reportero, vago él, se limita a transcribir esas bobadas y titular con la más llamativa—, y las suposiciones, filtraciones e intoxicaciones “de fuentes generalmente bien informadas”, que conforman un análisis político de ínfima calidad. Ni siquiera se hace un digno periodismo de combate. Hoy recuerda Arcadi Espada que el gran Furio Colombo añoraba aquel tiempo en que los diarios se ponían a la cabeza de la opinión pública y la conducían allá donde creían razonable. Y apostilla Arcadi: “nada que ver con nuestros días, donde los periodistas, a imitación de los políticos, se limitan a ponerse delante de la pancarta, sin interés ni fuerzas para levantarla”.
No tengo ni de lejos un periódico de referencia. Ninguno me convence tan siquiera medianamente. Acabo atendiendo sólo con cierto cuidado a la información cultural y a ciertos articulistas. Lo demás..., yo qué sé, me empacha, pero con ese tipo de hartura que proviene no de una buena comida, sino de un atracón de patatas fritas de bolsa o de ganchitos. Información basura. Porque, al margen de la política, me estragan los demasiados sucesos, la crónica rosácea, los tediosos deportes que saltan a la primera página cada dos por tres y los penosos suplementos finisemanales en colorines, que fijan una imagen de la mujer estúpida y degradante (con la complicidad de millones de féminas, por lo visto).
Al final no sabemos qué pensar. Como dice Marcelo Figueras en su magnífico blog, “viviendo en un mundo que chorrea ‘noticias' a toda hora y por todos sus orificios —creo que lo más sensato es cuestionar el carácter verdaderamente noticioso de los factoides con que se nos bombardea—, el hombre y mujer comunes ‘saben' más cosas que nunca, que nadie —y a la vez entienden poco y nada”—.
4 comentarios:
Probablemente quitarse de la prensa, siquiera en parte es un ejercicio provechoso.
Yo creo que es provechoso quitarse un poco de todo, porque quitarse un poco de todo quiere decir que seleccionas.
Me parece que esperar que todo el aluvión que recibimos tenga interés es creer lo que no vimos.
Con Machado, hay que pararse a oir las voces e ignorar los ecos (que son la tira).
Sr. de Ayacam, espero que estas sabias palabras sean de aprovechamiento y deleite para Vd.
Reciba un saludo del peri.
Con la inmensidad de libros por catar, la música honda por escuchar y los cafés pendientes con gentes de talento, es un derroche el ritual diario de leer premiosamente la prensa, con mayor agravante si se trata de la local.
Leer la prensa es cometido de jefes de gabinete, espejo de políticos inseguros y tarea de ociosos de sillón orejero.
Si se publica algo de interés, cotilleo incluido, enseguida surgirá alguién que se apresurará a contárselo.
Vamos, digo yo...
Mucho decir que no nos gusta la prensa -sobre todo la local- pero luego hay quién jactándose de no leerla se abalanza en los bares a coger los periódicos para estar "al día"....
Señor anónimo:
Yo no escribí que no leyera periódicos. Es claro que los compro y los leo (algunos), o que los gorroneo en los bares (otros). Pero mi tendencia lectora de este tipo de papeles va a la baja. Les dedico cada vez menos tiempo, me interesan menos secciones que antes, me fatigan muchas tonterías y tics que les encuentro... En fin, que acabaré quitándome. Pero me costará, seguro, porque son muchos años de hábito.
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