Un libro que comienza así augura lo mejor. Es preciso hincarle el diente sin dilación.
“Los hombres, y no sólo los autores de memorias, suelen decir que a pesar de los fracasos, las penas, los errores y las decepciones o incluso de las fechorías que llenan su pasado, a fin de cuentas están contentos de un destino que ya ha quedado atrás y, si volvieran a empezar, no elegirían una vida distinta.
No pienso lo mismo de la mía. Sin subestimar lo que hay en ella, respectivamente, de inevitable y de accidental, sin que ninguna de ambas sea deseable, en mi memoria se acumulan las circunstancias, pequeñas o grandes, decisivas o triviales, en las que tenía la facultad de elegir y me equivoqué. Mi memoria me recuerda tan pronto una orientación crucial de mi existencia como un detalle fútil de mi conducta en un episodio sin importancia. Pero casi no pasa un día sin que, en la mesa, en la cama, por la calle, en la playa, no emita un ronco gemido de arrepentimiento y vergüenza. Es cuando me remuerde el recuerdo de una estupidez fatal, una reacción vulgar, una mentira degradante, una fanfarronada ridícula que cometí hace mucho, hace poco o anteayer”.
Jean-François Revel. Memorias. El ladrón en la casa vacía. Editorial gota a gota, página 13.
1 comentario:
Non, je ne regrette rien...
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