Ayer pensaba hacer otras cosas, pero a media tarde me quedé pegado de nuevo, por enésima vez, a Ni un pelo de tonto, la película que Robert Benton dirigió apoyándose en la novela del mismo título de Richard Russo. Es una película decente, que se ve con mucho gusto, y en la cual un Paul Newman crepuscular borda su papel. Pero en mi caso su fuerza de atracción nace ante todo del recuerdo de la novela de Russo, una de las historias más cautivadoras que he leído. Yo no sé si es una gran novela, una de las que quedarán, y me da pereza ahora entrar en esa inquisición. Pero sé que pocas veces me he entretenido tanto como con las andanzas de Sully y la gente que le rodea en Bath, esa pequeña localidad del estado de Nueva York donde nieva mucho y las calles están casi intransitables.
Todo en esta extensa novela me parece feliz, y muy señaladamente los diálogos, soberbios, repletos de humor y viveza, y la trama envolvente, una sucesión de peripecias menores que divierten y emocionan. Pero es Sully quien nos atrapa desde el arranque. Como tantos antihéroes del cine y la narrativa americana, es un perdedor, un tipo que ha llegado a viejo con la rodilla hecha polvo, sin un dólar ni casa ni relación, al principio, con su exmujer e hijo, pero a quien acompañan una amante con la cual se lía cada vez menos y un pobre ayudante, Rub, un poco tonto pero incondicional de Sully y con el que éste trabaja para conseguir el dinero que le permita ir tirando en los bares con sus verdaderos semejantes. Hay dos bares esenciales en el libro. Allí se come, juega y bebe sin parar, entre bobadas mil veces repetidas, por más que a nosotros nos provoquen hilaridad. Pero, al igual que tantos otros antihéroes, Sully tiene un catálogo muy definido de conductas que ama y aborrece, un código ético más o menos agujereado, con el que ha trampeado más de una vez, pero que dota a sus actos de un precario espíritu de libertad y resistencia. Es un don nadie, pero como se tradujo el título, no tiene un pelo de tonto y ha tratado siempre de bandearse en la vida sin sentir vergüenza. De ese fondo insobornable, de su entereza y presencia de ánimo, brota el respeto ganado entre sus paisanos de Bath.
De Richard Russo hay traducidas varias novelas más, y me atrevo a recomendar asimismo Alto riesgo o Empire Falls –si bien ésta no satisfizo plenamente mis grandes esperanzas-. Pero Ni un pelo de tonto es otra cosa, la gracia delicada y absorbente de un escritor que teje una historia de la que no quisiéramos salir, una habitación maravillosamente oxigenada por el humor y la melancolía. Ayer lunes, entre la película y un buen rato revisitando fragmentos del libro, el día fue muriendo en paz. Qué más puedo pedir.
3 comentarios:
Mira qué página he encontrado tan interesante. A lo mejor ya la conocías.
Puedes descargarte en 10segundos muchísimos (e interesantísimos) libros.
Un saludo.
Espera que no se ha pegado el link.
http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2007/04/descarga-de-libros-completos.html
Ahora. A ver si puedes acceder sin problema!
Mil gracias, Nina. Hoy quien no lea es porque no quiere. Ay, lo que se pierden...
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