30 septiembre 2007

No siempre hay que hablar

Feria del libro viejo y ocasión. Abren las casetas el primer día y me abalanzo sobre los montones en venta. Maldita sea, al poco rato tengo a medio metro a una persona a la que suelo ver con frecuencia y agrado. De inmediato me acosa el temor de que reanude esa charla de mil y un asuntos que mantenemos en otros ámbitos. No es el momento, necesito mucha concentración para que no escape nada de interés. Pero el conocido me dirige un escueto holaquetal, tuerce la mirada ostensiblemente y sigue pesquisando. Es de los míos. El resto de la mañana está libre de encuentros peligrosos.

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