El otro día detuvieron a Pablo Muñoz, director del Diario de Noticias (de Navarra y de Gipuzkoa). Tras 72 horas en una comisaría, incomunicado y supongo que desazonado, harto y aburrido, Garzón encontró un rato para interrogarlo. Total, y como casi todo el mundo suponía, para soltarlo tras la declaración con una fianza relativamente ridícula. Qué frivolidad procesal. Estoy de acuerdo con los que han tildado el arresto de chapuza y, por eso mismo, de atropello. Visto lo visto, ¿no hubiera sido más lógico y correcto que Muñoz, si aparecía citado en documentos o en testimonios de otras personas, fuera llamado a declarar, sin el trago previo de la detención, a la postre eludible por casi nada? ¿O es que alguien pensó en serio que podía huir?
Sin embargo, leo hoy domingo una entrevista a Muñoz en el propio periódico que dirige y me asaltan varias preguntas. Dejo de lado la flagrante inexactitud que afirma de que “el empresario extorsionado es la auténtica víctima del terrorismo” (¿no hay y ha habido víctimas mucho más sufrientes?); puede deberse, como tantas veces sucede, a la poca pericia de los redactores de su medio a la hora de reproducir lo dicho. Lo relevante es que parece que el director se dedicaba a la intermediación entre empresarios y etarras desde hace tiempo y con relativa regularidad, en una suerte de segunda (¿o primera?) ocupación.
Sostiene Muñoz que como ya no existe desde hace años en Iparralde la posibilidad de que el etarra “señor Robles” hable con los empresarios chantajeados y/o recoja el dinero, hace falta alguien que ayude a éstos y los ponga en contacto con sus extorsionadores, eso sí, como dice hábilmente, “sólo” cuando el “advertido” no quiere aportar ni un euro a la causa. “¿A dónde podía acudir el empresario en el caso de quisiera pagar o resolver esa situación?”, se pregunta (contradictoriamente). Pues a él mismo. ¿Cuándo comenzó a correr la voz entre los afectados de que el director de periódicos también hacía este noble trabajo en el “sector público voluntario”, que decíamos en tiempos? ¿Sabía a quién tenía que dirigirse para “resolver la situación”? ¿Había un canal permanentemente abierto y estable?
No tengo ninguna vocación de juez o policía, pero sólo con lo que insinúa Muñoz mi curiosidad ciudadana se ha visto notablemente excitada. Estoy seguro de que su declaración del viernes fue apasionante y muy rica en detalles. Aquí hay una gran historia, no cabe duda, y espero que algún día la conozcamos, aunque sus materiales primarios sean la extorsión, la vileza y el miedo. Menos mal que los materiales secundarios son los que componen la acción intermediadora, “cargada”, dice Muñoz, “de ética y moralidad”. Así sea.
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