“Te ha llamado Magaly Marín”. Tengo un post-it sobre mi mesa de trabajo desde hace diez días que empieza así. Magaly, siempre tan amable, quería hablar conmigo de un asunto no muy urgente. A los dos días me la encontré en la calle y cruzamos tres palabras, porque ambos llevábamos prisa, y quedamos en ver cuándo podíamos charlar con más calma de lo que había motivado su llamada. No será posible. Esa misma jornada Magaly tuvo un ataque que la dejó agonizante, y a los tres días murió.
No me decido a tirar el post-it. No sé muy bien por qué, pero ahí lo tengo, inútil a estas alturas.
Hoy, al comienzo de una crítica de cine, leo en El País que “nuestras vidas penden de un hilo. Por mucho que nos aferremos al control, a la estabilidad, a la seguridad que nos ofrecen ciertos detalles de nuestro entorno, todo se puede ir a pique por un golpe del destino, por el azar, por un par de segundos arriba o abajo”.
Esto, ya sé, es un tópico, ese tipo de generalidades ciertas pero inevitablemente manidas. Sin embargo, yo miro con frecuencia el post-it.
3 comentarios:
El día 8 te llamó Magaly y tú no estabas. El día 10 os encontrásteis por la calle y tú no tenías tiempo. El día 13 se murió sin que tú lo supieras. El día 15 la enterraron en el cementerio de Estella sin que tú pudieras acudir. Llovía debilmente a mediodía, hacía frío. Como había tantas flores tuvieron que ponerlas tan juntas que el panteón era una alfombra perfumada de colores y de cintas: tus hermanos, tu familia, tus amigos, tus compañeros... Todavía guardas ese papelito amarillo donde dice que Magaly te ha llamado, como si aún te llamara cada día, como si te estuviera llamando a cada rato. Y tú, ¿a qué esperas para devolverle la llamada?
vidal
Tiene usted razón, señor Vidal. Debo devolverle la llamada a Magaly. Pero no sé qué decirle. No tiene sentido que hablemos de ese asunto laboral que nos íbamos a traer entre manos. Ahora, ya, para qué. Por eso se me ocurrió, como un torpe y confuso remedo, escribirle, indirectamente, a través del blog, para que supiera que su muerte, tan súbita, me ha dejado muy pensativo, como siempre me pasa con estos golpes "como del rayo". La normalidad es una probabilidad estadística, pero, claro, siempre pensamos que nosotros nos vamos a mover en el lado bueno de la estadística. Y de repente sucesos como éste nos recuerdan que hay otro lado.
Como usted bien sabe, también yo creo que hay otro lado. Magaly no me llamó, no recuerdo que me hubiera llamado nunca. No tengo que devolverle, por lo tanto, ninguna llamada. El último recuerdo que tengo de ella se remonta a las últimas fiestas de Estella. Coincidimos en las vísperas del sábado en la iglesia de San Miguel, un acto del programa al que nunca había yo acudido y que ella nunca se perdía. Estuvimos charlando un poco y sentí una vez más el cariño que me tenía y le agradecí sus palabras, su sonrisa y su compañía. El otro día, en el cementerio, pude ver que había sembrado en muchas personas el afecto y la amistad; saltaba a la vista el pesar por la muerte de una persona muy querida, muy cercana, muy sencilla, que iba regalando alegría, una alegría que manaba de no sé qué fuentes que ella sabría, pero que le venían de muy adentro, una alegría muy verdadera.
vidal
Publicar un comentario