05 enero 2009

Algunas cosas con las que disfruté en 2008 (II)

El saber del ciudadano. Los nociones capitales de la democracia. El libro de Yasmina Reza, escribí, es impresionista y por tanto parcial y limitado. Este, en cambio, tiene la vocación de lo sistemático y rigurosamente articulado. El resultado, creo, es de altísima calidad, y alcanza las virtudes de un verdadero servicio público, ya que su lectura sí que enseña, y mucho, sobre lo que dice el subtítulo. Aurelio Arteta pensó el volumen, y además buscó a quienes podían ayudarle a redactarlo. Posteriormente revisó a conciencia todas las aportaciones, como debe hacer un “editor” (en el sentido anglosajón del término) que se precie y se tome el trabajo en serio. El resultado, ya digo, me parece muy útil, sobre todo para ese círculo de demócratas que, como escribe el editor en la presentación, “no se jactan de saberlo casi todo sobre democracia, pero que conocen lo bastante de estas cosas para discernir sus carencias a la hora de razonar sobre el negocio común”.


Rolando Villazón. Uno de los regalos del e-mule antes de que dejara de funcionarme. La voz de este tenor es la que más se acerca a mis preferencias. Potente, recia, pero cálida, dotada de una gravedad y al mismo tiempo dulzura que le dejan a uno levitando. Su versión de Una furtiva lágrima, la célebre aria de Donizetti, me gusta más que cualquier otra, más incluso, entre las que conozco, que la de Alfredo Kraus, por ejemplo.


Pablo Guerrero en Iturrama. Pablo Guerrero no tiene casi voz. Nunca anduvo sobrado, pero ahora, en la madurez ya sesentona, sus limitaciones vocales son clamorosas. Eso hace que sus actuaciones impongan una cuota notable de sufrimiento a los que le admiramos por sus maravillosas canciones. Las viejas y las más o menos últimas, las de su disco Plata, de 2005, una joya. Hoy en día es mejor escuchar a Pablo Guerrero en cedé que en directo, pero aun y todo, mereció, y mucho, la pena el encuentro entre el cantante y no más allá de ciento cincuenta personas. Y encima vino con Luis Mendo y Nacho Sáenz de Tejada, dos históricos en plena forma.

Vinieron como golondrinas. Esta novela de William Maxwell se merece el éxito que está logrando en la edición de El Asteroide. Roberto Valencia me alertó sobre ella hace casi dos años, con su crítica excelente en Quimera, pero yo la leí este septiembre pasado. Un padre y dos hijos, tres experiencias en un momento de sus vidas, y detrás el personaje esencial que sostiene a todos, la madre. La novela es, creo, una obra maestra de atención a los detalles y al mismo tiempo elusión, y está magníficamente contada a través de un narrador objetivo, pero que en cada parte del libro se “pega” a uno de los tres protagonistas para que veamos el mundo a su través. Especialmente notables son las partes en que la narración está hecha desde el punto de vista de los dos hijos, ya que Maxwell, como escribió David Lodge a propósito de un libro de Henry James, no lo hace “en su propia voz, ni en un estilo que intente en modo alguno imitar el discurso infantil”. Pero de ese modo “un punto de vista ingenuo es articulado en un estilo maduro: elegante, complejo, sutil”.


Caos calmo. Nani Moretti no dirigió esta película, pero no importa: él la recorre completamente, parece suya. No la mejor de las suyas, cierto (sigo recordando con frecuencia Caro diario). Pero tiene interés y valor esta historia del hombre viudo que pasa los días en la puerta del colegio de su hija, donde le visitan familiares y compañeros de trabajo que, aun llevando una vida más “normal” que él, enseñan pronto sus neurosis y angustias.


El autoestopista, de Roald Dahl. En este blog escribí hace poco sobre mis clases de Tudela. En ellas comenzamos todas las semanas con la lectura en voz alta de un relato. Hace años que comprobé que El autoestopista es formidable para esta modalidad -en la cual cuentos muy superiores dejan escapar una parte sustancial de su potencia-. El cuento de Roald Dahl no es, seguro, el más brillante de los suyos, pero he visto disfrutar con él a gentes de muchas edades, que aprecian su amenidad, la fuerza del personaje, y su orgullo de número uno en su peculiar oficio. En 2008, como en 2007 o años anteriores, Roald Dahl nos hizo pasar a todos los que estábamos esa tarde en Tudela un rato magnífico.


Una lectora nada común, de Alan Bennet. De este escritor de novelas y obras teatrales ya había leído sus dos novelas cortas traducidas en 2003, Con lo puesto y La ceremonia del masaje. Se las recomiendo a cualquiera. Pero Una lectora nada común es mejor, mucho mejor. Por suerte, el libro está funcionando, y han aparecido abundantes críticas y comentarios en prensa y blogs, así que no quiero ser reiterativo. Tuve un viaje Madrid-Pamplona formidable con esta historia, que tantas cosas dice sobre la lectura, el placer, la soledad y la escritura.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

De momento he tomado tres referencias que pienso disfrutar de las cosas que a ti te han gustado.
Esto de tener en quien confiar es un lujo que estoy seguro, muchos te agradecemos.
El peri

Anónimo dijo...

He leido la de Alan Bennet, que delicia. Gracias, el peri

Javier Díaz dijo...

¡Marchando, una de Bennet!

La busco, la cato y concluyo si está a la altura de las expectativas.
Cuidarse sensatamente de las idus de febrero y de los eres de 2009.

Anónimo dijo...

¡Qué alegría más grande encontrar tu blog y qué gusto leerte!

Un abrazo.

Bernardo.

ayacam dijo...

Qué alegría, Bernardo, después de tanto tiempo! Ya ves que este blog tiene largas paradas. Pero vuelvo en muy pocos días, que he dejado atrás otros compromisos.

Anónimo dijo...

Acabo de mandarte un mail contándote un poco mi vida y haciéndote una consulta sobre un Mercadal. Ahora me entra la duda de si sigues teniendo la misma dirección en publicaciones ¿?

Un beso
Bea

Anónimo dijo...

Ya te he añadido en el Google Reader, así que, cuando actualices, me enteraré ipso facto.

Hace días (¡o años!) que quería comunicarme contigo pero no tengo tu e.mail, perdido sin duda en una de mis numerosas mudanzas de domicilio o de sistema operativo.

Javier Díaz dijo...

Decíamos ayer...


Estamos empantanados en 2008 y, sin embargo, la primavera ha venido... Por favor, coge la pluma o aporrea el teclado.

Anónimo dijo...

¿Qué le ocurre Sr. Pita?

Veo que no tiene su blog actualizado, ¿ha dejado de leer y leer para vivir un poco el mundo real? ¿Será que la primavera le ha traido alguna novedad?
Espero que la molicie no le impida seguir y que se apiade de sus efusivos amigos que tanto le jalean.